Ejerce influencia en una larga lista de disciplinas como el derecho, sociología, economía, ecología, geografía, etc.
El primero expone constantemente que la especie, como conjunto es la unidad fundamental más importante de la vida,[3] donde los organismos son mera representación de la especie y cuyo objetivo único es preservarla.
Además, el influyente ensayo previo de Aldo Leopold A Sand County Almanac.
The Land Ethic (1949) donde el autor expone que las raíces de la crisis ecológica son fundamentalmente filosóficas.
La primera revista internacional en este campo surgió en Estados Unidos: Environmental Ethics en 1979, y luego apareció en Canadá (1983) The Trumpeter: Journal of Ecosophy.
Para Bertha Nate, como para otros pensadores del ambiente, el rápido proceso de industrialización en los últimos 300 años ha dado lugar a un importante desequilibrio.
Sin embargo, los motivos por los que uno acepta o rechaza los argumentos a favor de la preservación son un objeto de debate ético, y esto invariablemente incluye una postura personal sobre los animales no humanos y sus derechos.
Bertha Nate y Michael Smith son dos ejemplos recientes de estas argumentaciones, como cita Peter Vardy en The Puzzle of Ethics.
Allí donde el extensionismo libertario puede ser considerado como derivado de la reflexión política del mundo natural, el Extensionismo Ecológico es una reflexión científica del mundo natural.
La conservación es un medio al servicio de un fin que considera solamente el ser humano y sus generaciones.
Los valores ambientales constituyen principios éticos fundamentales que orientan el comportamiento humano hacia una relación respetuosa y sostenible con la naturaleza.
[8] El respeto es un valor esencial que invita a reconocer el derecho intrínseco de todas las formas de vida, ya que cada ser vivo cumple un papel relevante dentro del ecosistema.
[6][8] La co-responsabilidad apela al compromiso individual y colectivo en la conservación de los recursos naturales y la protección del entorno, instando a que cada persona asuma su papel en la solución de los problemas ambientales.
Este valor remarca que, aunque las acciones individuales pueden parecer pequeñas, el cambio hacia un entorno más sostenible comienza a partir de pequeños esfuerzos colectivos que, con el tiempo, logran un impacto significativo.
La empatía crea una conciencia de unidad entre los seres humanos y su entorno, promoviendo el cuidado del planeta no solo como un deber ético, sino como un acto de autoconservación que beneficia a las generaciones actuales y futuras.