El nuevo rey Felipe III cerraba entonces una alianza con la Persia safávida para atacar al imperio otomano por ambos flancos.
Arrasaron el puerto de Bizerta, donde las fuerzas del Túnez otomano estaban armándose.
Tras capturar un galeón holandés, coronó la empresa destruyendo en la batalla del golfo de Túnez los tres grandes galeones del corsario moro Alí Arráez Rabazín, renegado ferrarés y antiguo condenado a galeras a su cargo.
Por el camino de Ibiza se encontraron con cuatro galeones tunecinos llegando desde Alejandría, capturándolos y obteniendo grandes botines.
Poco después una flota española mandaba una carta de socorro al virrey Filiberto, avisando de haber acorralado en la costa dálmata a una nueva flota berberisca que Bazán llevaba tiempo buscando, que eran 13 galeras.
Bazán acudió raudo y ofreció a los berberiscos rendirse, pero al negarse y resistirse con brío, el español hundió o capturó a todas sus naves en la consiguiente batalla de la costa de Dalmacia.
En el transcurso de la guerra, Bazán había conquistado Albenga, Ventimiglia y todas las plazas costeras francesas una por una.
En un giro para su carrera, el marqués fue nombrado gobernador y capitán general del Milanesado en 1630, la primera vez que ocuparía cargos destacados en tierra firme, y a la que seguiría un destino en Flandes.
[7] Con la muerte del genio militar de Ambrosio Spínola, las posiciones en los Países Bajos españoles habían quedado muy inestables con la menor gestión del conde Hendrik van den Berg, por lo que recayó en Bazán el tratar de recuperar la ofensiva.
[8] La situación no se recuperaría hasta la llegada del Cardenal-Infante Fernando dos años después.