Tras completar su servicio en la gran flota blanca, el Connecticut participó en varias operaciones navales para mostrar pabellón, incluida la protección de intereses de ciudadanos estadounidenses en el extranjero.
Durante el resto de su existencia, el Connecticut navegó prestando diferentes servicios, tanto en el Atlántico como en el Pacífico, y sirvió como buque escuela a los nuevos reclutas de la U.S.
El final del siglo XIX estuvo marcado por numerosos conflictos provocados en gran parte por el expansionismo norteamericano.
Los intereses del país por ultramar se centran principalmente en el Océano Pacífico y Latinoamérica; es de ese modo que las islas Samoa primero y Hawái después, quedan bajo el control estadounidense.
Tras la guerra hispano-estadounidense en la que su marina se enfrentaría a la Armada Española con éxito, numerosos territorios quedarían bajo el control norteamericano en el tratado de París (1898): Cuba, Filipinas, Puerto Rico y la isla de Guam.