En contacto con Nicolau Chanterene, escultor de origen francés y formación renacentista afincado en Évora, Holanda se inició en la escultura en barro.
Con este bagaje partió hacia Roma en 1538, con solo veinte años, en el séquito de Pedro Mascarenhas, embajador ante la Santa Sede.
Holanda llevaba cartas de recomendación del obispo de Viseu, don Miguel da Silva, quien había pasado largas temporadas en Italia e intimado con los Médici, gracias a las cuales pudo entrar en contacto con Vittoria Colonna y Miguel Ángel.
También se relacionó con Sebastiano del Piombo, Perino del Vaga y otros, pero particularmente fecundo fue el trato con Antonio da Sangallo el Joven, con quien compartió la afición a Vitrubio y al estudio de las antigüedades romanas.
Ya en Lisboa entró al servicio del rey Juan III como hidalgo escudero, acompañando a las corte en sus desplazamientos y ejerciendo funciones de consejero artístico.
En 1565 la obra fue traducida al castellano por Manuel Denís, pero no se imprimió hasta el siglo XIX.