En 1241 acompañó al conde Teobaldo a la corte del rey francés Luis IX en Saumur.
Llegó a hacerse muy amigo del rey, convirtiéndose en su canciller y confidente, aunque perdió el deseo de correr de nuevo más aventuras y una segunda vez dejó que el rey partiera solo (1267) hacia la Octava Cruzada (1264-1270).
Al contrario que Geoffroy de Villehardouin, Joinville no domina la estructura del relato, pero a cambio posee una memoria excepcional para los menores detalles.
Contempla sobre todo el mundo exterior: es menos un historiador que un narrador cuyo relato posee la preciosa cualidad de hablar a la imaginación.
Y se encuentra placer en revivir una época entera a través de estos dos retratos.