Pedro Santana y Familias, primer marqués de Las Carreras (29 de junio de 1801 - 14 de junio de 1864) fue un comandante militar y político realista que se desempeñó como presidente de la junta que había establecido la Primera República Dominicana , un precursor del cargo de presidente de la República Dominicana , y como el primer presidente de la república en la línea de sucesión moderna. Un realista tradicional que era partidario de la Monarquía de España y el Imperio español , gobernó como gobernador general , pero efectivamente como un dictador autoritario . [1] [2] Durante su vida disfrutó del título de " Libertador de la Patria ". Aparte de Juan Sánchez Ramírez , fue el único otro jefe de estado dominicano en servir como gobernador de Santo Domingo.
Fue uno de los firmantes del Manifiesto del 16 de enero de 1844 y proclamó la independencia dominicana el 27 de febrero de 1844. Asumiría la jefatura del ejército expedicionario de la frontera sur y rápidamente ganaría protagonismo militar por su victoria en la Batalla de Azua . Encabezó un golpe de Estado contra la Junta Central Gubernativa y fue nombrado su presidente de manera provisional. Durante su gobierno se promulgaría la primera constitución del Estado, y sería designado como el primer presidente constitucional de la República Dominicana. Finalmente, en 1848, Santana presentó su renuncia, a pesar de la oposición del Congreso. Las intrigas políticas internas y el descontento popular jugaron un papel importante en su decisión.
Tras la muerte del presidente haitiano Jean-Baptiste Riché en 1847, el general Faustin Soulouque se convirtió en presidente de Haití y dirigió una expedición a la República Dominicana en marzo de 1849. La inacción del presidente dominicano Manuel Jimenes ante la amenaza haitiana creó caos y miedo en la capital. Ante la incapacidad del gobierno dominicano, el Congreso pidió a Santana que repeliera la exitosa invasión. Santana dirigió una defensa exitosa contra las fuerzas haitianas en la Batalla de Las Carreras en abril de 1849. Luego depuso al presidente Jimenes y sirvió como jefe de estado bajo el título de Jefe Supremo de manera provisional hasta que se eligiera un nuevo presidente. El Congreso le otorgaría el título de General en Jefe de los ejércitos de la República Dominicana y el título de Libertador de la Patria por su victoria en Las Carreras.
En 1853, volvería a asumir la presidencia, promulgaría una nueva constitución en 1854, obtendría el reconocimiento de la independencia del Estado dominicano por parte de muchos países y en 1856 renunciaría nuevamente. Medio año después de renunciar al cargo fue desterrado del país por el presidente Buenaventura Báez pero regresaría meses después tras el inicio de la guerra civil, uniéndose al bando rebelde y días después de terminada la guerra volvería a hacerse cargo de la magistratura del Estado al lograr deponer al presidente José Desiderio Valverde en 1858.
A pesar de su fervor como líder militar, su ideología política lo alejó de sus contemporáneos. A diferencia de muchos de sus oponentes políticos que querían establecer en última instancia un estado dominicano independiente, Santana buscó reintegrar a la República Dominicana al Imperio español. Supervisó el restablecimiento de la Capitanía General de Santo Domingo, así como el exilio y encarcelamiento de varios disidentes separatistas y nacionalistas destacados que anteriormente habían sido sus camaradas durante la Guerra de Independencia Dominicana . En 1862, la reina Isabel II de España le otorgó el título de Marqués de Las Carreras para la reincorporación de Santo Domingo a la nación española. Murió durante la Guerra de Restauración Dominicana , después de la cual el país recuperó su independencia en 1865.
Los orígenes familiares de Santana y su vida temprana ayudan a explicar los aspectos de su carrera pública. Nació en 1801 en el pueblo de Hincha (actual Hinche ), cerca de la frontera con Saint-Domingue (actual Haití ), localidad que precisamente en esos días comenzó a ser ocupada por Toussaint Louverture , quien reclamaba la aplicación del Tratado de Basilea de 1795, mediante el cual España cedió Santo Domingo a Francia. Debido a la inseguridad que se había desatado, los padres de Santana, Pedro Santana y Petronila Familias, (ambos dominicos de origen canario ), quienes eran de los sectores altos de los propietarios de ganado conocidos como hateros , decidieron mudarse a otros pueblos más al este. Primero permanecieron por cierto tiempo en Gurabo, en los alrededores de Santiago ; luego se establecieron en Sabana Perdida, cerca de la capital, y de allí, se establecieron definitivamente en El Seibo . [3] Gracias a su constante desplazamiento, pudieron sobrevivir a las decapitaciones de Moca , iniciadas por Jean-Jacques Dessalines durante la fallida invasión de 1805.
Santana provenía de un trasfondo militar. Su padre era un capitán de milicia que había luchado en la Batalla de Palo Hincado bajo el mando del general Juan Sánchez Ramírez en 1808. Esta batalla fue crucial en la Guerra de Reconquista , en la que los dominicanos estallaron en una revolución contra las fuerzas de ocupación francesas, lideradas por Jean-Louis Ferrand , quien llegó en 1802 después de la captura de Toussaint Louverture. Durante la batalla, el capitán Santana pasó a la historia por decapitar a Louis-Ferrand después de su suicidio, y tomar su cabeza como trofeo. [4]
Al establecerse en El Seibo, el mayor de los Santana adquirió el hato de El Prado en sociedad con su amigo Miguel Febles, quien también había emigrado de Hincha. Como tuvieron que abandonar sus tierras, la vida para la familia de Santana fue dura al principio. Se recuerda que durante los años que vivieron en Sabana Perdida, Pedro y su hermano gemelo, Ramón, viajaban con frecuencia a la ciudad capital para vender leña. Pero las cosas mejorarían gradualmente para los Santana. Pronto a la muerte de su padre y de Fables, se hizo un acuerdo matrimonial para evitar que la propiedad se dividiera: Pedro se casó con la viuda de Febles, Micaela Rivera , a pesar de que ella era 15 años mayor que él, mientras que Ramón se casó con la hija de Rivera (y de Febles), Froilana Febles . Debido a estos matrimonios, los hermanos Santana adquirirían una riqueza moderada, así como heredarían una gran influencia en El Seibo. Aunque, los hermanos Santana no vivían en un ambiente lujoso. En verdad, la vida de los hateros era rústica, y ellos, como muchos otros, vivían en casas de tablas de palma y techos de caña. Tenían que trabajar diligentemente todo el día para aumentar sus riquezas, acompañando a los trabajadores en sus tareas habituales. Fue por estas razones que, a pesar de su posición social, Santana no pudo educarse. [4]
En 1822, cuando Santana tenía 20 años, el presidente haitiano Jean-Pierre Boyer ocupó Santo Domingo y lo integró a la República de Haití . Aprovechó la declaración de independencia que los criollos de la ciudad de Santo Domingo, encabezados por José Núñez de Cáceres , habían hecho semanas antes. Durante los primeros años, el régimen haitiano aplicó una política de cierto contenido revolucionario: abolió la esclavitud, confiscó los bienes de la Iglesia católica y de los grandes terratenientes absentistas y repartió parcelas de tierra entre los libertos y todos aquellos que las adquirieran. Aunque esta política fue abandonada unos años después, los hateros mantuvieron posición de animadversión hacia el régimen haitiano. Como seguían sintiéndose españoles, consideraban que la única solución consistía en la devolución de la soberanía de la «Madre Patria». [5]
Los hermanos Santana no ocultaron su posición contraria al régimen haitiano, actitud explicable por el hecho de que sus padres habían perdido sus tierras en Hincha y se habían visto obligados a emigrar en condiciones ominosas. Ostensiblemente, se negaron a colaborar con los gobernantes haitianos ocupantes, por lo que optaron por mantenerse apartados en el trabajo del hato. Su animosidad hacia los haitianos se incrementó con los robos de ganado que atribuían a merodeadores de haitianos. Dentro de la hacienda, Santana impuso un régimen de orden y disciplina que constituyó la principal experiencia que luego aplicó en los asuntos públicos. Como general (y luego presidente), Santana operó de manera similar a como lo hizo en El Prado dirigiendo a los peones. [5]
Cuando el Estado haitiano entró en crisis tras la caída del presidente Boyer, en 1843, otro grupo de dominicos, La Trinitaria , decidió acelerar los trabajos para proclamar la independencia. El 3 de mayo de 1843, los hermanos Santana fueron considerados por el líder liberal, Juan Pablo Duarte , para la conspiración que buscaba la separación de Santo Domingo de Haití . Para tal fin, procedieron a contactar a todos los opuestos al dominio haitiano. Vicente Celestino Duarte, que tenía actividades comerciales en Los Llanos, cerca de El Seibo , entró en contacto con los hermanos Santana. Duarte dispuso la concesión del grado de coronel a Ramón Santana, pero éste declinó en favor de su hermano Pedro, quien había expresado que estaba dispuesto a comprometerse en la lucha contra los haitianos con la condición de que se le colocara en un puesto de mando. Ramón le diría: "El jefe debe ser mi hermano Pedro, que gusta de mandar y sabe entender bien a las personas; yo me conformo con servir bajo sus órdenes". Por intermedio de Juan Esteban Aybar y Bello se comunicaría a Pedro el plan independentista y se le solicitaría su colaboración. Pedro respondió: “Sí, estoy dispuesto a contribuir a la Revolución, pero mando yo”. [5]
Aunque Santana aceptó sumarse al plan de los Trinitarios , no compartía sus principios políticos. En aquellos días, algunas figuras prominentes propusieron lograr un protectorado francés como único medio para asegurar la separación de Haití. Se les conocía como "afrancesados". Irónicamente, comenzaron a designar a los trinitarios como "filorios", en alusión a su amor por la filosofía y el teatro, con lo que querían denotar que eran jóvenes desconectados de la realidad. La búsqueda del protectorado fue estimulada por André de Levasseur , el cónsul francés en Puerto Príncipe , ya que su gobierno tenía la mayor influencia en los asuntos haitianos. [6]
Debido a un conflicto con la familia haitiana Richiez, el nuevo presidente de Haití, Charles Rivière-Hérard , obligó a los hermanos Santana a ir a la Ciudad de Santo Domingo frente a la Plaza de Armas, desde entonces los hermanos Santana debían asistir diariamente al Palacio. Hérard al encontrarse con Santana, dijo a sus funcionarios que él podía ser el único capaz de intentar un movimiento separatista. Hérard ordenó que los hermanos Santana fueran arrestados pero estos después evadieron a sus guardias y lograron escapar a Sabana Buey , cerca del pueblo de Baní , logrando esconderse en Los Médanos, en una propiedad del matrimonio Luis Tejeda y Rosa Pimentel, de allí se dirigieron a Loma del Pinto. Hérard ofreció una recompensa de 200 gourdes por la delación de ambos.
Así, Juan Contreras fue enviado a Santa Cruz del Seybo para que los hermanos Santana firmaran el manifiesto del 16 de enero de 1844. [ 6 ]
A finales de 1843, tras difíciles negociaciones, los Trinitarios, ahora dirigidos por Francisco del Rosario Sánchez , llegaron a un acuerdo con un sector de los conservadores afrancesados, encabezados por Tomás Bobadilla . Ambos dirigentes redactaron el Acta de Independencia Dominicana, que pedía la proclamación de la República Dominicana como un estado plenamente soberano. Para lograr la independencia se buscó el apoyo de personas influyentes en todos los rincones del país. Como era de esperar, a los hermanos Santana se les encomendó garantizar el éxito del movimiento en El Seibo -principal población de la región oriental-. Horas antes de que Sánchez proclamara el nacimiento de la República Dominicana el 27 de febrero de 1844, Pedro y Ramón Santana tomaron la población de El Seibo. De inmediato, los gemelos dispusieron el reclutamiento de una tropa de obreros y campesinos que debía marchar hacia Santo Domingo . A ellos se les unían nuevos reclutas por donde pasaban, lo que demostraba que, desde el primer momento, la independencia gozaba del apoyo entusiasta de la población dominicana. [6]
Las tropas seibanas empezaron a tener un peso decisivo en la capacidad del nuevo Estado para defenderse de la amenaza haitiana, lo que se explica por los hábitos de vida y trabajo ligados a la producción ganadera. Los occidentales se distinguieron como excelentes jinetes y lanceros, cualidades esenciales en el proceso de trabajo de las primitivas prácticas ganaderas de la región. En las acciones militares contra Haití, la superioridad militar de los dominicanos se debió en gran medida al uso de armas blancas y de caballería, que compensaban el menor número de soldados y la inferioridad de las armas. De manera tumultuosa, las tropas proclamaron a Santana general en jefe, valorando sus dotes de mando y como muestra de reconocimiento a la influencia social de la que gozaba. La Junta Central de Gobierno, el primer gobierno dominicano, sólo lo había confirmado con el grado de coronel que le expidió Duarte ; pero como no se discutía que era la figura con mejor capacidad de mando, se le asignó la jefatura del frente Sur con el grado de general. [7]
Tras conseguir armas y municiones, Santana se dirigió apresuradamente al suroeste, pues se supo que el presidente de Haití, Charles Hérard , marchaba hacia Santo Domingo al frente de 20.000 soldados. Con apenas 3.000 hombres, el general dominicano se preparó para enfrentarse al ejército haitiano en las afueras de Azua. El 19 de marzo, las avanzadillas haitianas fueron rechazadas, tal vez porque no esperaban una resistencia enconada. Esta victoria, aunque pequeña, elevó la moral de los dominicanos y amplió la percepción que ya muchos empezaban a tener de que la única persona que reunía las condiciones para derrotar a los haitianos era Pedro Santana. Sin duda, Santana tenía dotes para la guerra, aunque no se puede aceptar que su persona fuera imprescindible. Esta visión fue fruto de las circunstancias y de la necesidad que muestran muchas veces los grupos humanos de confiar su destino a figuras que elevan a un lugar predestinado. La capacidad militar de Santana no puede entenderse al margen del potencial de sacrificio del pueblo, verdadero héroe de la independencia. [8] Esta disposición se manifestó en los años siguientes, cuando gran parte de la población masculina adulta tuvo que permanecer largos meses en las fronteras, retirándose de las actividades productivas, lo que agravó el estado crónico de pobreza. Otro factor que contribuyó a facilitar los triunfos de las armas dominicanas fue la falta de motivación de los soldados haitianos porque no defendían su libertad. La concepción militar de Santana se caracterizó por la prudencia, criterio que mantuvo hasta el fin de sus días. Inmediatamente después del enfrentamiento con el ejército haitiano del 19 de marzo, ordenó la retirada hacia Sabana Buey , entre Baní y Azua . Charles Hérard entró en Azua sin resistencia, y durante las semanas siguientes, las partes contendientes se mantuvieron en alerta, aunque algunas avanzadillas haitianas fueron detenidas. Hérard no quiso avanzar por temor a lo que pudiera ocurrir en Haití, pues los partidarios del depuesto presidente Boyer conspiraban para derrocarlo. [9]
Ante el estancamiento de las operaciones, Juan Pablo Duarte, regresado de su exilio en Venezuela y confirmado en el grado de general, solicitó ser destinado al frente sur, donde fue designado jefe alterno junto a Santana. Inmediatamente surgieron divergencias entre ambos, cuando Duarte consideró que era necesario pasar a la ofensiva, a lo que Santana se opuso, haciendo valer su opinión. La Junta Central de Gobierno, que contaba con mayoría conservadora, decidió llamar a Duarte de regreso a la ciudad de Santo Domingo. [10]
La postura defensiva de Santana no se explica sólo por razones militares. Igualmente importante fue su falta de confianza en la posibilidad de que los dominicanos fueran capaces de consolidar la independencia por sí solos. En las cartas que intercambió en esos días con Tomás Bobadilla , presidente de la Junta Central Gubernamental, se advierte que veía en la resistencia militar un medio para ganar tiempo antes de que se lograra el protectorado de Francia. El 8 de marzo, con Duarte todavía en el extranjero, la Junta Central Gubernamental había acordado solicitar el protectorado francés en caso de un ataque haitiano. En sus cartas, Santana presionó para que se aceleraran las negociaciones, incluso después de que los haitianos se retiraran tras el derrocamiento de Hérard a principios de mayo. [10]
A pesar de la inmediata dilución del peligro haitiano, Bobadilla pronunció un discurso el 26 de mayo de 1844, en el que pidió el establecimiento del protectorado francés, postura que exacerbó las desavenencias internas entre los dominicanos. Varias semanas después, el 9 de junio, los trinitarios, bajo el liderazgo de Duarte, expulsaron a los conservadores de la junta de gobierno . La presidencia de la organización pasó a manos de Sánchez, y Duarte fue enviado al Cibao para obtener apoyo para el nuevo gobierno. En Santiago, Matías Ramón Mella , uno de los trinitarios más renombrados, proclamó a Duarte presidente de la República, con el asentimiento de la mayoría de las personas de prestigio. Como jefe de la columna expedicionaria del sur, la tropa más numerosa del país, Santana mantuvo inicialmente una actitud cautelosa. Incluso presentó su dimisión, alegando mala salud; pero cuando llegó el coronel Esteban Roca, enviado por la Junta para sustituirlo, las tropas, incitadas por el coronel Manuel Mora, se insubordinaron y proclamaron obediencia exclusiva a Santana. Surgió así el peligro de una guerra civil entre liberales y conservadores, representados por Duarte y Santana. Cuando consideró que no había amenaza inminente de que los haitianos regresaran, y después de dejar pequeñas guarniciones en puntos cercanos a la frontera, decidió regresar a Santo Domingo con el fin de derrocar a la Junta. El aumento de la beligerancia de Santana se ha explicado por la repentina muerte de su hermano Ramón, quien era su consejero y tenía posiciones favorables al entendimiento con los liberales. Cuando las tropas del sur se presentaron ante las murallas de la ciudad, el jefe de la guarnición, José Joaquín Puello , decidió no resistir, dadas las promesas de Santana de que no tenía intenciones hostiles. Sin embargo, a las pocas horas la Junta fue destituida, algunos de los trinitarios encarcelados y se formó una nueva Junta bajo la presidencia de Pedro Santana. Los sectores influyentes del Cibao decidieron reconocer a la nueva entidad gubernamental para evitar una secesión que pudiera ser aprovechada por los haitianos. Duarte y sus compañeros más cercanos fueron deportados del país a perpetuidad. [11]
Desde que se instaló como presidente de la Junta Central de Gobierno, Santana pasó a ostentar amplios poderes. En general, los conservadores vieron en su preeminencia un medio para impedir que los liberales amenazaran su hegemonía. Ahora bien, durante los primeros años Santana tuvo que tomar en cuenta las posiciones que se expresaban en su sector político-social, pues aún no contaba con un liderazgo incuestionable; como se verá, lo construyó con la ayuda del mito del líder militar invencible. [12]
Desde el principio, Santana intentó ampliar al máximo su margen de control sobre el país, prefiriendo abandonar el poder en caso de que se intentara reducir sus poderes. Esto se puso de manifiesto con ocasión de la instalación de la Asamblea Constituyente, en octubre y noviembre de 1844. Los asambleístas, casi todos conservadores, decidieron trasladarse a San Cristóbal con el fin de limitar las posibles presiones de Santana. Incluso el redactor de la constitución, Buenaventura Báez , líder de los partidarios de la afrancesación, propuso que los propios constituyentes proclamaran la inviolabilidad de su función. La Constitución de San Cristóbal, aprobada el 6 de noviembre, designó a Pedro Santana como presidente por dos períodos consecutivos, pero sus poderes fueron restringidos de acuerdo con la separación de poderes. Santana se negó a recibir la presidencia en tales condiciones y, aconsejado por Tomás Bobadilla, exigió la inclusión del artículo 210, una monstruosidad legal que le daba derecho a no rendir cuentas de sus actos. Legalmente, el artículo 210 lo convertía en dictador, y Santana se basó en él con frecuencia para ejecutar a quienes se atrevían a desafiar la orden. El primer episodio de este tipo ocurrió poco después de la proclamación de la Constitución. [13]
Algunos liberales intentaron armar un movimiento para destituir a los secretarios de Estado, lo cual fue considerado una conspiración por Santana, por lo que ordenó la instauración de tribunales especiales, uno de los cuales condenó a María Trinidad Sánchez , tía de Francisco del Rosario Sánchez, a su hermano y a dos personas más, todos ellos ejecutados el 27 de febrero de 1845, en una macabra conmemoración del aniversario de la independencia. Unos años después, en 1847, se descubrió una nueva conspiración encabezada por el secretario de Gobernación, José Joaquín Puello, cuyo propósito era deponer a Santana. Se pusieron en marcha nuevamente procedimientos judiciales extraordinarios, y Puello, su hermano Gabino y otras personas fueron fusilados. Estas ejecuciones formaban parte de la instauración de un régimen represivo, en el que cualquier infracción podía ser castigada con la pena capital; incluso los robos en pequeña escala caían bajo la prescripción de esta pena. Como escarmiento, el anciano Bonifacio Paredes fue fusilado en El Seibo acusado de haber robado un racimo de plátanos. [14]
La dictadura generó cada vez más rechazo. El tirano llegó incluso a enfrentarse a la Iglesia, al rechazar las peticiones de la institución para la devolución de bienes que habían sido confiscados por los haitianos. A pesar de su condición de católico practicante, no pudo resistirse a los sacerdotes que trataban de hacerle sombra. En ese ambiente, el general Manuel Jiménes , secretario de Guerra y que había sido trinitario, montó una nueva conspiración. Ante las señales de creciente descontento, Santana se refugió en El Prado y tiempo después presentó su dimisión, el 4 de agosto de 1848. Era evidente que prefería abandonar el poder antes que soportar una oposición desagradable. Se veía a sí mismo como un general predestinado, situado por encima de las mezquindades de la política. Sin embargo, siempre osciló entre la pasión por el poder absoluto y el placer de la vida privada en el campo, por lo que cuando dimitió se dedicó a disfrutar del ambiente pastoril de El Prado, como volvería a hacerlo en ocasiones posteriores. [15]
Manuel Jiménes fue elegido por las cámaras para la presidencia. Inmediatamente decretó una amnistía y se autorizó a los trinitarios exiliados a regresar al país, lo que hicieron todos excepto Duarte. Pero el ambiente liberal promovido por el segundo presidente dominicano duró poco debido a la invasión de Faustin Soulouque , quien se convirtió en presidente de Haití dos años antes. Jiménes nombró al general Antonio Duvergé , uno de los que más se había distinguido en las campañas anteriores, como jefe de las tropas del sur. Como Soulouque había reunido fuerzas impresionantes, el pánico se apoderó de la población de Santo Domingo y se consideró que Duvergé no estaba cumpliendo debidamente su tarea. Los miembros de las cámaras legislativas comenzaron a conspirar contra el presidente y, por iniciativa de Buenaventura Báez, nombraron a Santana como jefe de operaciones. [15]
Al igual que en 1844, Santana reunió una tropa de seibanos y su sola presencia contribuyó a infundir confianza entre los dominicanos. Su fama se elevó definitivamente cuando logró derrotar al ejército haitiano en la Batalla de Las Carreras , a orillas del río Ocoa, el 21 de abril de 1849, ratificando como nunca antes la certeza que muchos albergaban de que el liderazgo de Santana era imprescindible para salvaguardar la independencia. A los pocos días de su contundente victoria en Las Carreras, las cámaras destituyeron a Jiménes y, posteriormente, reconocieron a Santana como líder supremo de la nación. En agradecimiento a sus servicios, se le concedió el título de El Libertador , se le donó un sable honorario y su retrato fue colocado en el palacio de gobierno, junto a los de sus ídolos, Cristóbal Colón y Juan Sánchez Ramírez. Como se estimó que había gastado gran parte de sus recursos en la defensa del país, se le concedió también la explotación de la isla Saona y se le donó una casa en Santo Domingo. En ese momento, Santana no estaba interesado en retomar la presidencia de la República, por lo que las cámaras se concentraron en nombrar al sustituto de Jiménes. El favorito de Santana era Santiago Espaillat, representante de Santiago de los Caballeros, quien seguramente declinó porque consideró que su autoridad iba a verse limitada por la influencia de Santana, y terminó siendo elegido Buenaventura Báez, quien había encabezado la oposición a Jiménes. [16]
Durante su primer período presidencial, entre 1849 y 1853, Báez desarrolló una eficiente administración que le granjeó el apoyo de un pequeño sector de burócratas y militares. Esto era intolerable para Santana, quien consideraba que sólo él debía estar dotado de poder, por lo que decidió regresar a la presidencia una vez expirado el mandato de cuatro años de Báez. Poco después de su reinstalación en la presidencia, atacó violentamente a Báez y lo expulsó del país, con lo que la política dominicana se polarizó entre ambos personajes. Aunque Santana no vio disminuir su inmensa popularidad entre la población, todos los que lo cuestionaban se agruparon en torno a su enemigo. Santana aún obtuvo algún respiro debido a la última invasión haitiana, a finales de 1855, comandada nuevamente por Soulouque; aunque en esta ocasión no estuvo en los campos de batalla, se reafirmó que su liderazgo supremo era irreemplazable. En esa administración buscó consolidar sus prerrogativas, mediante reformas constitucionales en febrero y diciembre de 1854. La segunda estuvo motivada por la demanda de Santana de fortalecer los poderes del Poder Ejecutivo, incluso en mayor grado que el estipulado en el artículo 210. [17]
A pesar del liderazgo que mantenía el dictador, los baecistas se dedicaron a conspirar, dificultando las acciones de gobierno de Santana. En una de las conspiraciones participó el general Antonio Duvergé, quien fue juzgado en El Seibo y fusilado junto con su hijo, acto que estremeció la conciencia del país por la importancia que había tenido Duvergé en las campañas contra los haitianos. Particularmente en la ciudad de Santo Domingo se creó un ambiente hostil contra Santana, situación que se concretó a raíz de la llegada del cónsul español Antonio María Segovia , a finales de 1855. Este diplomático ordenó que todos los dominicanos que lo solicitaran recibieran la nacionalidad española, por lo que numerosos baecistas se inscribieron como españoles con el fin de realizar labores de oposición contra Santana sin poner en peligro su vida. Posteriormente proliferaron las manifestaciones, que fueron llamadas populadas; en ellas se cantaban coplas que maldecían la figura del Libertador. Nuevamente Santana optó por dimitir, pues temía entrar en conflicto con el delegado de España, en todo momento fue muy cuidadoso en sus relaciones con los cónsules de las potencias. En esa circunstancia había concebido el arrendamiento de la península de Samaná a los Estados Unidos , potencia que entonces tenía el propósito de apoderarse del país, pero el proyecto tuvo que ser revocado debido a la presión ejercida por los cónsules de Gran Bretaña y Francia. [18]
Poco después de la renuncia de Santana, Báez, su feroz enemigo, regresó al país y fue nombrado vicepresidente, con la clara intención de que sustituyera de inmediato al presidente provisional Manuel de Regla Mota . [18] Apenas asumió la presidencia, Báez ordenó la detención de Santana, deportándolo a Martinica el 11 de enero de 1857. Poco después, el 7 de julio de 1857, estalló en Santiago una rebelión contra el gobierno de Báez debido a una operación gubernamental en la adquisición de tabaco que perjudicaba a los comerciantes. Los líderes del movimiento tenían concepciones liberales y, aunque habían sido amigos de Santana, manifestaron la intención de inaugurar un nuevo estilo en el devenir político del país, para lo cual instalaron un gobierno provisional en Santiago presidido por José Desiderio Valverde . Aunque recibieron el apoyo de casi todas las poblaciones, calcularon que no les sería fácil desbancar a Báez de la presidencia, pues contaba con gran apoyo en Santo Domingo, ciudad amurallada. El gobierno de Santiago concedió a Santana permiso para regresar al país, nombrándolo pronto encargado de las operaciones contra Báez. El sitio de la ciudad duró 11 meses, lo que es una muestra de la fuerza que había alcanzado el baecismo. El nuevo protagonismo de Santana se explica porque los cibaeños carecían de recursos militares; de esta manera, tras concluir la guerra civil, le resultó fácil deponer al gobierno de Valverde a fines de julio de 1858. [19]
En septiembre se inició formalmente el tercer y último gobierno de Santana, que encontró al país en una situación crítica, tras casi un año de guerra civil, que se expresó en la devaluación del papel moneda, cuyo precio se situó en más de 500 pesos por peso. Parecía que no había medios para que la economía se recuperara y el descontento volvió a crecer rápidamente, lo que fue capitalizado por los baecistas. Como parte de este deterioro, el general Domingo Ramírez, jefe de la frontera sur, se pasó al bando haitiano junto con algunos de sus subordinados. Las conspiraciones volvieron a proliferar. En una de ellas estuvo involucrado Francisco del Rosario Sánchez, entonces partidario de Báez, quien tuvo que exiliarse. En 1860, aparentemente se habían dado las condiciones para que Santana dejara el poder y cediera nuevamente el paso a su archienemigo Báez. [19]
En condiciones tan críticas, Santana y sus ayudantes concibieron la anexión a España. Hasta entonces, Santana había sido partidario de la anexión a Estados Unidos, convencido de que esta potencia tenía un mejor futuro en la región. Ahora, los intentos que había esbozado en favor de Estados Unidos habían fracasado debido a la intervención de los cónsules europeos. Adicionalmente, en 1860, se veía venir una guerra entre los Estados del Sur y del Norte de Estados Unidos, con los primeros cediendo evidentemente a la Unión , para finalmente escalar hacia la Guerra Civil estadounidense . España estaba interesada en expandir su poder colonial, por lo que la posesión de Santo Domingo pasó a considerarse como un medio para fortalecer el control sobre Cuba y Puerto Rico, lo que explica que las ofertas de Santana fueran bien recibidas en los círculos gobernantes de Madrid. Estados Unidos, que luchaba con la inminencia de una guerra civil, no pudo obstaculizar las negociaciones, y los soberanos del Reino Unido y Francia, especialmente esta última, aceptaron la devolución de la soberanía española en Santo Domingo. [20]
Santana nunca había abandonado su concepción anexionista y no entendía de conceptos nacionales, convencido de la imposibilidad de que el país saliera adelante por sí solo. Aunque antes había abogado por la protección de Francia y la anexión a Estados Unidos, España era en realidad la solución ideal, porque nunca dejó de considerarse español. Además, en 1860, optó por la anexión porque corría el peligro de ser derrocado por los baecistas. No tuvo dificultades para obtener el apoyo de casi todas las figuras influyentes de la administración gubernamental y de las diversas regiones. Sin embargo, las negociaciones se llevaron a cabo bajo estricto secreto. Santana envió a España al general Felipe Alfau, uno de sus hombres de mayor confianza. Llegaron al país enviados del gobernador de Cuba, Francisco Serrano , figura de gran influencia en el gobierno español, y el secretario de Hacienda dominicano, Pedro Ricart, se trasladó a La Habana. [21]
En una entrevista entre Santana y Antonio Peláez de Campomanes, cabo segundo de Cuba, celebrada en Los Llanos, se precisaron los detalles de la reincorporación a España. En primer lugar, el país sería reconocido como provincia de ultramar, lo que significaría plenos derechos para los dominicanos como súbditos de la monarquía; lo que era aún más importante, no se restablecería la esclavitud, que aún existía en Cuba y Puerto Rico; Santana sería designado para dirigir la administración local con el título de capitán general y se reconocerían los grados de los militares dominicanos; por último, la nueva metrópoli se comprometería a cambiar el papel moneda dominicano, que era considerado el principal cáncer de la economía. Estos acuerdos demuestran que el motivo de los partidarios de Santana era mantener sus posiciones preeminentes bajo la sombra de la Madre Patria. Adicionalmente, su suerte mejoraría gracias al aumento de los salarios. Los comerciantes, en su mayoría de origen extranjero, también apoyaron la anexión, entendiendo que la dinámica económica experimentaría una mejora sustancial. [22]
Poco antes de consumarse la anexión, a finales de 1860, Francisco del Rosario Sánchez y José María Cabral , que habían estado con Báez en su segundo gobierno, lanzaron un manifiesto en Saint Thomas denunciando el hecho y llamando al derrocamiento de Santana. Bajo el liderazgo de Sánchez se formó una Junta Revolucionaria, integrada principalmente por seguidores de Báez. Una parte de los baecistas se opuso a la anexión no por principios nacionalistas, sino porque no la habían llevado a cabo. Sánchez y otros miembros de la Junta se trasladaron a Haití con el fin de obtener apoyo de su gobierno para una expedición. [23]
En respuesta a esto, Santana emitió un contramanifiesto.
21 de enero de 1861
DOMINICANOS!
El gobierno que siempre vela por la salud de la Patria no perdió de vista a los traidores que desde el exterior forjaban sus planes liberticidas: siguió sus pasos, descubrió sus secretos y se dispuso a hacer inútiles sus esfuerzos criminales. Ya hoy la traición es manifiesta. El cobarde que nunca ha desenvainado la espada en defensa de la Patria, el que gritó que había sido uno de los héroes del 27 de febrero, toma como pretexto para la deslealtad la defensa de la nacionalidad dominicana, el ex general Francisco del Rosario Sánchez, en fin, busca hoy a los haitianos para pedirles tal vez que pongan en marcha los planes de Domingo Ramírez.
DOMINICANOS! ALERTA, ya veis las ataduras que os tienden, ya conocéis los planes de esos hombres que tanto se jactan de su dominicanismo; que tantas veces han implorado y obtenido gracia; ya los veis hoy, cuando el Gobierno se dispone a conceder una amnistía casi general a su favor, rumbo a Haití para demostraros sus verdaderas intenciones, su falso patriotismo y hasta la falta de modestia política, que no ha permitido a otros cambiar su nacionalidad dominicana por la de sus perpetuos opuestos.
ALERTA pues, dominicanos, ALERTA, compañeros de armas, estemos en guardia contra esa facción liberticida que sabremos volver a enseñar si quiere venir a perturbar nuestro descanso.
Confiad en la fuerza del Gobierno, descansad en el profundo amor a vuestra patria que por tantos años y en tantas batallas lo ha sellado con vuestra sangre, y esperad, finalmente, en esa Providencia que tantas veces nos ha dado la Victoria: Ella protegerá nuestras armas; y con ellas como siempre, venceremos.
La población mostraba una actitud de expectativa respecto a lo que el régimen español podía traer consigo. Aún no se había instaurado una conciencia nacional mayoritaria que favoreciera la existencia de un Estado independiente. Además, mucha gente creía que la dominación externa traería la prosperidad que los gobiernos dominicanos no habían sido capaces de alcanzar. Finalmente, hay que considerar que Santana seguía contando con el favor de gran parte de la población, que lo veía como protector de sus intereses. [23]
En todo caso, como la conciencia nacional ya se había instalado en sectores minoritarios de la localidad, los actos de oposición no se hicieron esperar, siendo el más importante el protagonizado por José Contreras, en Moca. A pesar de contar con un amplio apoyo, acorde con su estilo de gobierno, Santana consideró necesario aplicar duras medidas represivas. Varios de los conspiradores de Moca encabezados por José Contreras fueron fusilados. Después, Sánchez regresó al país en junio de 1861, cuando ya habían llegado las tropas españolas, pero no obtuvo apoyo de la población; fue capturado y fusilado junto con 20 compañeros por orden directa de Santana, quien organizó el juicio en San Juan el 4 de julio de 1861. [24]
Algunos de los funcionarios españoles se opusieron a la dureza de Santana y desaprobaron las ejecuciones, lo que introdujo un primer factor de malestar en el flamante capitán general dominicano. Al poco de instaurarse el régimen anexionista surgieron otros motivos de conflicto entre Santana y los burócratas españoles, desde el momento en que había creído, con cierta dosis de ingenuidad, que el gobierno español mantendría prerrogativas autocráticas similares a las que acostumbraba a practicar en la República. Por otra parte, la burocracia española venía imbuida de un espíritu de discriminación contra los dominicanos, y Santana tuvo que asumir la defensa de sus amigos, que generalmente eran postergados; fue el caso de los generales y otros oficiales del ejército dominicano, colocados en la reserva, por lo que se consideraban humillados a pesar de haber pasado a ganar mejores salarios. [25]
Santana, acostumbrado a ostentar poderes absolutos, se encontró en la posición de virtual prisionero de la maquinaria de los funcionarios españoles. Al no serle factible recuperar sus prerrogativas, y a principios de 1862, como lo había hecho en ocasiones anteriores, presentó su dimisión con el pretexto de razones de salud. Hay motivos para especular que esperaba que su renuncia fuera rechazada por la reina Isabel II , pero no resultó así, pues se había ganado la animosidad de la corte. Los dirigentes españoles consideraron conveniente debilitar a Santana como medio de obtener el apoyo de Báez, quien fue nombrado mariscal de campo del ejército español. Para no desairarlo demasiado, al ser aceptada la renuncia, Santana recibió el título de marqués de Las Carreras y el cargo de senador del reino con un sueldo de 12.000 pesos. Humillado y decepcionado, regresó de nuevo a su antiguo rancho de El Pardo. [25]
Pese al choque que experimentó su orgullo, nunca consideró abandonar su lealtad al régimen español, al que veía como la culminación de su obra y un medio para anular las agresiones provenientes de Haití, evitar guerras internas y lograr un régimen de orden que garantizara el progreso. La tranquilidad que le ofrecía la vida en El Prado duró poco, pues en febrero de 1863 estallaron levantamientos contra el dominio español en Neiba , Santiago y Guayubín . Santana se sintió en el deber de advertir que la política de la administración española era errónea y contribuiría a desatar nuevamente la rebelión, pero no fue escuchado. En agosto de ese año estalló la Guerra de Restauración dominicana , y en septiembre se formó un gobierno nacional en Santiago. Esta situación puso a Santana en la obligación de ofrecer nuevamente sus servicios a España como jefe militar. [26]
A pesar de las desavenencias que habían tenido, las autoridades españolas confiaron en el genio militar de Santana y lo nombraron jefe de una columna expedicionaria con destino al Cibao. Como en otras ocasiones, reclutó a multitud de campesinos seibaneses, pero en esta ocasión se puso también a cargo de oficiales y soldados españoles, lo que no podía sino traerle dificultades. El aura militar con que estaba revestido sembró el miedo entre los insurgentes. El gobierno de la Restauración de Santiago comisionó a uno de los generales recién nombrados, Gregorio Luperón , para que marchara con prontitud a la cabeza de una columna para impedir la entrada del ejército español en el Cibao. Antes de partir, Luperón exigió al gobierno que emitiera un decreto declarando a Santana proscrito por traición y condenándolo a muerte. Santana, sin embargo, perdió mucho tiempo y no avanzó hacia el Cibao en un momento en que la resistencia aún no estaba organizada. Más bien, decidió consolidar sus posiciones en Guanuma, lo que permitió a los restauradores ganar tiempo, y Luperón pudo llegar al teatro de operaciones justo cuando las avanzadas dominicanas luchaban con los españoles, logrando impedirles ascender a la Silla de la Viuda, montaña que dividía el Cibao del Oriente. Días después, las tropas de los gobiernos de Santo Domingo y Santiago se enfrentaron frontalmente, con Santana y Luperón como sus respectivos jefes. El duelo de los dos titanes sintetizó dramáticamente la lucha entre las concepciones opuestas que se estaban debatiendo. [26]
En efecto, si Santana ganaba la batalla, se abría la ruta hacia el Cibao y la causa nacional corría serio riesgo. No ocurrió así, pues Santana no logró aplastar la resistencia dominicana. La situación de sus anteriores victorias militares se había invertido, cuando combatió a una tropa de dominicanos que luchaban por su libertad. De pronto, el aura de general invicto desapareció. Santana optó por reconsolidar sus posiciones en Guanuma, una estrategia que retrata su falta de fe y que los restauradores aprovecharon para expandirse a otras regiones. La táctica defensiva había funcionado contra los haitianos, pero no contra los dominicanos. [27]
A medida que las tropas restauradoras consolidaban posiciones, las contradicciones entre Santana y sus superiores españoles se agudizaron, hasta el punto de que éste desobedeció las instrucciones que recibía de Santo Domingo. A principios de 1864 se negó a cumplir la orden de replegarse hacia la ciudad amurallada. Cuando José de la Gándara fue nombrado capitán general, el 31 de marzo de 1864, se hizo inevitable un enfrentamiento con Santana. Al surgir las diferencias, se produjo un duro intercambio epistolar, en el que Santana rechazó las órdenes y amenazas del capitán general. Éste citó a Santana a Santo Domingo a principios de junio, a fin de someterlo a un proceso por desacato y enviarlo a prisión en el extranjero. [27]
Al poco de llegar a la ciudad, el 14 de junio de 1864, Santana falleció repentinamente. No se ha podido establecer la causa de su muerte porque, aunque llevaba mucho tiempo enfermo, no parecía encontrarse en estado grave. Se han tejido diversas versiones, como que fue envenenado o que se suicidó. También se ha pensado que murió bajo el efecto de la humillación que le produjo el anuncio que le hizo el general español Villar de que sería enviado como prisionero a Cuba para ser juzgado posteriormente en España. A petición de sus familiares, fue enterrado en La Fuerza (hoy conocida como Fortaleza Ozama ), por temor a que la tumba fuera profanada. [27]
En julio de 1865, un año después de la muerte de Santana, las fuerzas españolas fueron derrotadas, y se restableció la Independencia dominicana. Tras el proceso de abandono de la isla por parte del Gobierno del presidente del Consejo de Ministros, Ramón María Narváez , (quien fuera Duque de Valencia), el diputado Antonio Cánovas del Castillo , (futuro presidente del Consejo de Ministros y artífice del sistema político de la restauración) solicitaría que los restos del Marqués de las Carreras fueran llevados a la península (aunque esto nunca se llevó a cabo):
Ruego a los Diputados de la mayoría que cumplan con una obligación que tiene España y que no podremos cumplir por la natural desconfianza, reconozco, que tienen los gobiernos de oposición. Pido a los señores de la mayoría presentes una enmienda, una proposición cualquiera, para que no queden expuestos a la furia enemiga de esa isla los restos de uno de los más insignes patricios, de una de las mayores glorias que ha visto este siglo en este siglo, que tuvo España, el general Santana. Es imposible recordar sus acciones, tener conocimiento cabal de su patriotismo y haber podido apreciar a través de documentos auténticos todo lo que ese noble corazón sintió y sufrió por la causa de España, y no experimentar el sentimiento que me mueve a pronunciar estas palabras. No dejen, no, expuestas a los instintos feroces de sus enemigos las venerables reliquias de Santana: ¡las cenizas de Colón han salido ya de Santo Domingo y han parado en Cuba! ¡Dios quiera que eso sea por mucho tiempo! ¡Saquen también las del general Santana, y traigan éstas a España!
El 9 de enero de 1879, durante la presidencia de Cesáreo Guillermo , a petición de Froilana Febles, sus restos fueron exhumados y trasladados a la Iglesia Regina Angelorum y luego en 1890 fue llevado al campanario de la Catedral por orden del arzobispo Meriño. En marzo de 1931, durante la presidencia de Rafael Trujillo , fueron trasladados a El Seibo.
Desde 1978 sus restos permanecen en el Panteón de la Patria por orden del presidente Joaquín Balaguer y desde entonces se formó un grupo de presión, actualmente vigente, que está decidido a exhumar al Marqués de las Carreras y entre otros de su tumba en el Panteón de la Patria. Los abanderados de la causa son el Instituto Duartiano. [28] [29]
Se le considera un brillante estratega militar y fue una figura clave en la exitosa separación de la República Dominicana de Haití. Pero muchos historiadores, como Nancie L. González y Howard J. Wiarda , piensan que algunas de sus acciones posteriores le impidieron convertirse en un auténtico héroe nacional.
En la época contemporánea, surgió el debate sobre su reputación. En 2018, historiadores y congresistas del país se reunieron para debatir si los restos de Pedro Santana debían o no ser conservados en el Panteón Nacional. Fueron diez los panelistas de lo que se denominó el Primer Foro de la Escuela de Historia y Antropología de la Universidad Autónoma de Santo Domingo (UASD): “Santana, ¿fuera o dentro del Panteón Nacional?”. Solo dos de ellos optaron por defender la figura de héroe atribuida al primer presidente de la República. Los ocho restantes coinciden en señalarlo como un tirano que siempre actuó en defensa de los grupos conservadores a los que representaba. “No fue un traidor porque no fue un patriota”, afirmó el historiador y director del Archivo General de la Nación, Roberto Cassá . [31]
El también historiador y catedrático José Vásquez enfatizó la frase al indicar que Santana “no es un traidor porque nunca creyó en la independencia”. De hecho, nunca usó esa palabra, sino que habló de separación”. Ambos están a favor de que los restos de Santana sean retirados del Panteón Nacional, para que estén junto a los de las mismas personas que él mató. El primero en hablar fue el senador Dionis Sánchez, proponente de un proyecto de ley que se estudia en el Congreso Nacional para que los restos salgan del Panteón Nacional. Además de citar los hechos ocurridos el 19 de marzo de 1844, que le dieron fama a Santana, el legislador también recordó los decretos 2140 de 1972 y 1383 de 1975, con los cuales el entonces gobierno de Joaquín Balaguer ordenó el traslado de los restos de Santana desde El Seibo al Panteón Nacional, hecho que tuvo lugar el 27 de febrero de 1976. “Pedro Santana fue hijo de su tiempo, cometió crímenes y ejecutó persecuciones y traicionó a más de uno, fue implacable, brutal y atroz, pero no cabe duda de que sus acciones en defensa de la patria en momentos tan críticos fueron trascendentales”. [31]
Álvaro Caamaño, con una postura similar, recordó que el tres veces presidente del país no fue el único que luchó en la Batalla de Azua , y que siempre actuó con una visión equivocada de lo que era la República. Cuestionó la gloria militar y la idea de una figura invencible que se le atribuye, a la que calificó de mito. Mientras que el historiador Cassá abundó en el hecho de que Santana gozó de una mistificación histórica, una “especie de falsificación extraordinariamente torpe” que comenzó desde su gestión dictatorial y contribuyó a la anexión de 1861. Considera que la invencibilidad del personaje no es necesaria y que no es más que un mito construido por una corriente política. Cree que la reivindicación hecha por Balaguer se debió a una estrategia de legalización política de la cadena de autócratas que han gobernado el país y de la que el líder reformista era parte. [31]
A favor de Santana se manifestaron los maestros Henry Cuello y Manuel Otilio Pérez. El primero insistió en la necesidad de estudiar al personaje a partir de los hechos que rodearon su vida, mientras que el segundo destacó su gloria militar y cuestionó los datos sesgados que se dan sobre el tema. Recordó que durante la Batalla de Las Carreras , Santana fue llamado de “emerger para marcar una partida perdida y la ganó”. Por eso defiende que sus restos permanezcan en el Panteón Nacional. [31]
Santana tenía dos hermanos, Ramón (n. 29 de junio de 1801) —su hermano gemelo— y Florencio (n. 14 de noviembre de 1805) —quien era paralítico, mudo y enfermo mental. [32]
Pedro Santana estaba comprometido con María del Carmen Ruiz, una belleza local, quien fue arrojada de su caballo, muriendo instantáneamente, cuando su caballo se asustó mientras regresaba a El Seybo de una peregrinación al santuario de Nuestra Señora de la Altagracia en Higüey . La muerte de su prometida sumió a Santana en una profunda depresión. Su hermano gemelo, Ramón, convenció a Pedro para que lo acompañara a visitar a su prometida Froilana Febles, que vivía en El Seybo. Durante sus visitas a su futura cuñada, Pedro se enamoró de la futura suegra de su hermano, la mucho mayor Micaela Antonia del Rivero, viuda del muy rico Miguel Febles. Esto significó que Froilana Febles se convirtió en cuñada e hijastra de Pedro Santana al mismo tiempo, mientras que Micaela del Rivero se convirtió en cuñada y suegra de Ramón Santana. El matrimonio Santana-del Rivero fue muy infeliz, pero le dio a Pedro Santana influencia y poder en la región sureste. [32]
Su hermano Ramón murió el 15 de junio de 1844 durante la Guerra Revolucionaria de la Independencia. [33]
Tras la muerte de su primera esposa (su esposa falleció el 12 de diciembre de 1854), Pedro Santana se volvió a casar, esta vez con Ana Zorrilla, otra viuda mayor y adinerada. Debido a sus matrimonios con mujeres mayores, no tuvo hijos legítimos. [32]
A través del matrimonio de Ramón Santana con Froilana Febles, Pedro Santana tuvo 3 sobrinos: Manuel (n. 24 de marzo de 1833), Francisco y Rafael Santana (n. 1834-5), y una sobrina, María de Los Ángeles Santana (n. 1844). , quien heredó muchas de las propiedades de Santana.
Entre los descendientes de Rafael Santana y su esposa Paula Bobadilla se encuentran el cardenal Octavio Beras y el comediante Freddy Beras-Goico . [28] [32] [34] [35] La actriz Gaby Desangles es tercera tataranieta de Rafael Santana y cuarta tataranieta de Pedro Santana.
Entre los descendientes de su sobrina, María de los Ángeles Santana Febles, y su esposo Isidoro Durán se encuentran el ministro y exsenador José Ignacio Paliza , la diplomática Patricia Villegas y el congresista Orlando Jorge Villegas .
El 24 de agosto de 1954, durante la presidencia de Héctor Trujillo, se promulgó la Ley 3915, mediante la cual se creó la Orden de Heroísmo Capitán General Santana.
En 1963, la Fortaleza México de San Pedro de Macorís pasaría a llamarse Fortaleza General Pedro Santana. [36]
En la provincia de Elías Piña , la localidad de Pedro Santana llevaría su nombre.
Durante la visita del Duque de la Torre a Santo Domingo cuando era gobernador de Cuba en agosto de 1861, Santana creyó que no podía expresar mejor el sentimiento de gratitud que los más nobles dominicanos sentían hacia España, que ofreciendo al Duque de la Torre la espada que la República Dominicana le había donado, pero el Duque de la Torre se creyó suficientemente recompensado con la satisfacción de haber prestado a Isabel II y a España un servicio ilustre, negándose a aceptar la espada de Santana durante su vida y sólo estuvo dispuesto a aceptarla después de su muerte, y eso con el propósito de obsequiarla entonces a Isabel II, en caso de que ella se dignase hacerla colocar en la Real Armería de Madrid.
Tras la muerte de Santana en 1864, su espada pasaría al duque de La Torre según lo estipulado en su testamento y en febrero de 1865, el coronel José María Velasco acudiría a Madrid para entregarle la espada. El 8 de marzo de ese mismo año, el duque de la Torre entregó la espada a Isabel II, quien acogió con gratitud y mandó que fuese colocada en su Real Armería, como digno recuerdo de la anexión de Santo Domingo. [37] [38]
El 17 de octubre de 1936, en Higüey, luego de la inauguración de los puentes General Santana y Juan Sánchez Ramírez, el arzobispo en retiro, Adolfo Alejandro Nouel , entregó la espada de Santana al presidente Rafael Leónidas Trujillo . Al poner la espada en manos de Trujillo, Nouel le dijo: "Yo te digo: ¡Salve Padre de la Patria! Guarda esta espada para que mañana, si es necesario -y Dios no lo quiera-, puedas defender la patria de nuestros antepasados". [39]
Al margen de la polémica, los aspectos de su carácter en general han sido puestos en tela de juicio por muchos historiadores. El 16 de junio de 1861 en la revista El Panorama Universal se publicaría la biografía del Marqués de las Carreras en una sección donde se le describía de la siguiente manera: [40]
La estatura del Honorable Sr. Pedro Santana es lo que en el lenguaje común se llama regular. Su rostro revela mucha energía y resolución decidida, y su frente, sombreada por el pelo, no es voluminosa. Sus cejas son espesas y cubren un par de ojos penetrantes, que echan chispas cuando sus pasiones se irritan. Tiene cara, pero no lleva bigote, y en su vestir muestra mucha sencillez. Es dulce y caballeroso, pero muy cauto en la conversación. Escucha y pesa bien sus palabras antes de dar una afirmación; pero cuando se siente molesto o animado, habla en el fuerte dialecto de su provincia con entonación áspera, sin perder, sin embargo, el dominio de sí mismo. Este hombre notable es en su casa enteramente moderado y enemigo de la ostentación. Su porte serio podría hacer creer a los extranjeros que es austero. Tiene autoridad y prestigio ilimitados sobre sus soldados. Gana su afecto con modales insinuantes, y se impone su respeto con el aire de autoridad con que la naturaleza lo ha dotado.
El brigadier Antonio Peláez de Campomanes, quien lo visitó en 1860, dijo de él que: [41]
Con el coraje de un león, reúne un corazón noble y generoso, como lo atestiguan los numerosos huérfanos y desamparados que ha acogido en su casa y luego ha establecido. Su honestidad es infalible... "
A principios de la década de 1860, el estadounidense W. S. Courtney lo describiría, comparándolo con el fallecido general Zachary Taylor , de la siguiente manera:
Pedro Santana, es el actual Presidente, es un hombre de unos sesenta años de edad, un español que tiene rasgos del indio nativo, nativo de la isla, un hombre de gran integridad de carácter y sin duda por lo general honesto y sincero. Es un hombre astuto, y aunque no tiene mucho bagaje intelectual, posee un buen sentido de apreciación y mucha habilidad administrativa. Es siempre frío y circunspecto y muy popular entre las masas y los antiguos habitantes españoles de la isla. Aunque no es un hombre de gran estatura, es de complexión robusta y saludable y tiene un parecido sorprendente con el difunto General Zachary Taylor.
Gregorio Luperón, uno de los líderes de la Guerra de Restauración dominicana, escribiría sobre él en la última década del siglo XIX:
Como hombre moral y honesto, nadie ha podido serlo más que el general Santana en su país. Como militar tuvo, desde el primer día de su carrera, una penetración maravillosa, una gran perspicacia, una fortaleza admirable, un coraje gallardo y una energía extraordinaria.
Fue un estratega de notable superioridad, con un espíritu verdaderamente organizador, amante de la disciplina, de una pericia peculiar, de una gran serenidad y de una actividad incansable. Era austero, honesto, sincero y apasionado del orden hasta el punto de ser inexorable. Constituyó una especie de modelo de los grandes hombres del siglo pasado, sin poder entrar en el derecho entre los modernos.
Para el general Santana, la libertad del siglo XIX era el relámpago que le quemaba la frente y le fatigaba el espíritu. La democracia le asustaba como el desierto asusta a un peregrino, y el liberalismo era su horror. Jamás pudo elevar su espíritu por encima de las tinieblas de su tiempo ni seguir los avances de la civilización. Para él, la verdadera política consistía en la autocracia, y el despotismo era su cetro. En él ponía todo su pensamiento y por su régimen entregaba su vida con verdadera devoción.
Gobernó constitucionalmente la nación cuatro veces, salvándola de las invasiones haitianas con gran dignidad, fuerza y valor. Fundó el ejército, la marina, la probidad en la Hacienda Pública, la equidad en la justicia, el respeto a las leyes y a la propiedad; inculcó la verdadera moral y la honestidad en las masas y fue el líder más prestigioso y popular que se haya conocido.
Incluso su archirrival de toda la vida, Juan Pablo Duarte, Padre de la Patria, le dedicaría un poema.
Desde 1978 sus restos reposan en el Panteón Nacional de la República Dominicana .
Santana murió sin descendencia. Legó sus propiedades a sus sobrinos, ahijados e hijastros. Incluyó una pensión a su hermano discapacitado Florencio y a su tía Dominga Familia.