Cuando la comisión decidió favorablemente, Warham dispuso que Barton fuera recibida en el priorato benedictino del Santo Sepulcro en Canterbury.
[2] En 1528, tuvo una reunión privada con el cardenal Thomas Wolsey, el segundo hombre más poderoso en Inglaterra después de Enrique VIII.
El rey aceptó a Barton porque en aquel momento sus profecías no desafiaban el orden establecido.
Sorprendentemente, Barton permaneció sin castigo casi un año (en gran parte, al parecer, debido a su popularidad).
[4] Elizabeth Barton fue condenada a muerte civil (25 Henry VIII, c. 12); un acto del parlamento que autoriza aplicar castigo sin pruebas.
En A Man for all Seasons (Robert Bolt) se la menciona en un interrogatorio de Tomás Moro por haber sido ejecutada.