Es considerado el mejor ejemplo en practicar la pintura simultáneamente con su oficio, tanto fue así que llegó a ser considerado "el hombre más grande que en esa profesión hayan tenido hasta sus días los Toscanos", especialmente en cuanto a la fundición del bronce.
En este proyecto le encargaron el retrato natural en mármol del Pontífice Papa Bonifacio VIII.
Además, para esta misma iglesia llevó a cabo, en tubernáculos o en nichos, algunas figuras de profetas, y más esculturas para decorar dicha fachada.
Es en la plasticidad de sus obras donde se advierte bien la transición del arte gótico al renacentista.
En su vuelta a Florencia, tuvo que realizar apresuradamente ocho braccia más de altura para la muralla, temiendo la llegada del emperador.
Andrea Pisano, mientras vivía en Florencia, produjo también muchas obras escultóricas importantes en mármol, todas las cuales muestran una fuerte influencia de Giotto.