Poco después, renunció a su escaño en el parlamento para convertirse en vicepresidente del banco privado Rabobank.
Su etapa al frente del banco central de su país estuvo marcada por la cautela.
Bajo su dirección, el tipo de cambio del florín neerlandés estuvo vinculado al del marco alemán, lo cual benefició a la economía neerlandesa, dada la fortaleza de la divisa alemana.
Debido al éxito de su política monetaria, se hizo conocido en otros países europeos, y esto condujo a su nombramiento en 1998 como primer presidente del Banco Central Europeo en Fráncfort del Meno.
Su elección fue mal recibida en Francia, cuyo gobierno había presionado para que el cargo recayera en un candidato francés.