La primera vez que lo arrestan es debido a mendigar por las calles para calmar el hambre.
Consigue finalmente un empleo mal pagado en Berlín, pero cae en la tentación de hacer una trampa para mejorar un poco sus finanzas: falsifica el pagaré de un giro postal que nominalmente era por 1 tálero, agregándole un 2 a la izquierda y transformándolo así en 21.
Pese a ello, Voigt mantuvo una conducta paciente, trabajó con dedicación y fue relativamente obediente.
Inmediatamente son descubiertos por los gendarmes y Voigt confiesa todo el plan, creyendo que su confesión sería un atenuante y que así recibiría una pena menor, sobre todo porque no llegó a provocar daño a nadie.
Así catalogado, lo expulsan de Mecklenburg y, nuevamente sin trabajo, tiene que volver a mudarse.
Sin embargo, tampoco puede abandonar Prusia, pues para cruzar la frontera requeriría tener un pasaporte, documento que se niegan a extenderle.
En la oficina de correos y telégrafos prohibió absolutamente las comunicaciones con Berlín, cuestión que las telefonistas también obedecieron sin reparos, simplemente impresionadas por su uniforme falso.
Los testigos que luego declararon vieron a Voigt por última vez bebiendo en un bar, tras lo cual desapareció de Köpenick sin dejar rastro.
[6] Desde el primer momento, la prensa, lejos de condenar al asaltante, alabó al Hauptmann von Köpenick, destacando la genialidad de este falso oficial que logró burlar a la administración estatal en pleno.
[8] Tras retirarse de Köpenick con su botín, Voigt había abandonado su disfraz en una caja que dejó tirada en el camino.
En concurridos actos públicos, relata su historia y vende postales a beneficio de los pobres.
Sin embargo, a todas partes donde llegaba el pueblo lo recibía con manifestaciones de júbilo.
En sus últimos años, alejado ya de las presentaciones en público, trabajó nuevamente como zapatero o, a veces, como camarero.