El 9 de noviembre de 2007, la aeronave Airbus 340-600, realizaba un vuelo en la ruta Madrid-Quito-Guayaquil, transportando 345 pasajeros y 14 tripulantes.
Se determinó que el accidente se debió a que, en el momento del aterrizaje, en condiciones de pista húmeda y con neblina, la aeronave se posó muy adelante en la pista de aterrizaje, y no dentro del primer tercio de la misma.
Además, la nave hizo una aproximación final a una velocidad vertical de 19 pies por segundo y con una aceleración vertical de 3,1 g, un aterrizaje extremadamente fuerte para un aparato de ese tamaño.
El efecto fue la rotura del varillaje de los trenes de aterrizaje principales (izquierdo y derecho), lo que provocó que las ruedas de los ejes delanteros golpearan el suelo con fuerza suficiente como para reventar los dos neumáticos delanteros; la toma fue seguida del derrape del aparato hasta 232 m más allá del final de la pista (de 3150m de longitud) en la zona de seguridad.
Cinco personas fueron hospitalizadas por heridas leves, y el aparato fue declarado en «pérdida total» al superar el coste de la reparación el 75% de su valor.