La Virgen está sentada sobre un banco de madera, ante una chimenea, en un acomodado interior burgués del siglo XV.
Contrasta con el Niño, que a la manera gótica es representado desnudo, para subrayar su humanidad.
La escena sacra se integra en un interior profano, una novedad del arte flamenco contemporáneo que buscando el verismo abandonó los fondos dorados, las aureolas, la planitud y la perspectiva jerárquica del arte medieval.
Una tira ancha a la derecha y una estrecha en la parte superior fueron añadidas, retirando las originales dañadas, tal vez por un fuego.
[1] Además, el dueño, muy pudoroso, ordenó tapar con más tela blanca los genitales del Niño, visibles entre sus piernas escuálidas, repinte que fue retirado en el siglo XX.