Connota una conversación íntima y amistosa con Él, y una decidida atención a la oración interna frente a las acciones externas, mientras estas últimas se transforman en medios de oración.
Según Juan Pablo II, la afirmación de Jesús sin mí no podéis hacer nada (cf.
En su primera encíclica Deus caritas est, Benedicto XVI subrayó que el hombre "no puede dar siempre, debe también recibir", y señaló la urgencia y la importancia de experimentar en la oración que Dios es Amor.
"[1] Según John Tauler(1290-1361) la vida interior es la condición de nuestra alma, las ofensas a Dios que hemos cometido.
Esta vida divina crece también a través de la comunicación constante con Dios.
[5] Así, Juan Pablo II dijo durante la canonización de Escrivá: Hoy se nos hace a todos esta invitación: "Remad mar adentro -nos dice el divino Maestro- y echad las redes para pescar" (Lc 5,4).
Para cumplir una misión tan rigurosa, es necesario un constante crecimiento interior alimentado por la oración.
San Josemaría fue un maestro en la práctica de la oración, que consideraba un "arma" extraordinaria para redimir al mundo.
[7] Al comienzo del nuevo milenio, Juan Pablo II situó la santidad como la prioridad pastoral más importante de la Iglesia católica en su Exhortación Apostólica Novo millennio ineunte.