Pero es probable que perfeccionase sus estudios en el taller de Jerónimo Jacinto Espinosa, cuya huella se advierte en sus obras tempranas, y quizá realizase un viaje a Italia, extremo que no ha podido confirmarse documentalmente.
Muy distintas son otras obras, consideradas posteriores, en las que el pintor se interesó por las perspectivas arquitectónicas profundas, con un tratamiento muy dinámico de las figuras y un dramático estudio de la luz, como se puede encontrar en la Expulsión de los mercaderes del templo del Museo del Prado.
Sus intereses intelectuales quedan reflejados en su biblioteca, con libros, modelos, dibujos y estampas en buena parte procedentes de la colección que Alonso Cano había dejado en la cartuja de Portaceli, colección adquirida por Salvador Gómez en 1673,[3] y en su dedicación al frente de la academia establecida en el convento de Santo Domingo, donde se impartían lecciones teóricas y prácticas de dibujo a artistas y miembros de la nobleza y del clero, de la que dejó una muy viva descripción José García Hidalgo, partícipe en ella durante su estancia en Valencia por los años de 1670.
Para ella preparó una Cartilla y fundamentales reglas de la Pintura, que no se llegó a publicar, conservada fragmentariamente en la Real Biblioteca del Palacio Real de Madrid.
Fechada en 1674, va firmada por Salvador Gómez con el título de «familiar del Santo Oficio y censor de las pinturas en su decencia y culto».