Los vehículos espaciales que permitieron aquéllos logros -que se continúan utilizando hoy en día- estaban equipados con un motor químico.
La misión NEAR Shoemaker orbitó en 2000 el gran asteroide cercano a la Tierra 433 Eros, e incluso se posó allí con éxito, aunque no había sido diseñada con esta maniobra en mente.
En 2005, la nave espacial japonesa Hayabusa basada en propulsores iónicos, también orbitó el pequeño asteroide cercano a la Tierra 25143 Itokawa, aterrizando en él brevemente y devolviendo a la Tierra granos de su superficie.
No se han enviado misiones con tripulación a ningún planeta del Sistema Solar.
[2] Los que pagan estas misiones (principalmente en el sector público) suelen estar más interesados en los beneficios para ellos mismos o para la raza humana en su conjunto.
Otras motivaciones prácticas para los viajes interplanetarios son más especulativas, porque nuestras tecnologías actuales aún no están lo suficientemente avanzadas como para apoyar proyectos de prueba.
Para dificultar aún más la tarea, las condritas carbonáceas tienen bastante hollín y, por tanto, son muy difíciles de detectar.
Debido a estos hechos, una nave espacial que desee trasladarse a un planeta más cercano al Sol debe disminuir su velocidad con respecto al Sol en una gran cantidad para poder interceptarlo, mientras que una nave espacial que viaje a un planeta más alejado del Sol debe aumentar su velocidad sustancialmente.
Hacerlo por la fuerza bruta -acelerar en la ruta más corta hacia el destino y luego igualar la velocidad del planeta- requeriría una cantidad de combustible extremadamente grande.
Por ello, se han ideado varias técnicas para reducir las necesidades de combustible en los viajes interplanetarios.
Una vez que la nave llega, una segunda aplicación de empuje volverá a circular la órbita en la nueva ubicación.
Si la maniobra está bien programada, Marte estará "llegando" bajo la nave cuando esto ocurra.
Esto significaría normalmente que llegaría a la órbita del planeta y continuaría más allá de ella.
Se puede utilizar para enviar una nave espacial o una sonda a la galaxia porque el Sol gira alrededor del centro de la Vía Láctea.
Esto puede solucionarse creando escudos térmicos a partir de material disponible cerca del objetivo.
Algunos son aún modelos en fase teórica mientras que otros han sido probados en las misiones aeroespaciales.
Por ejemplo, la misión Deep Space 1 fue una demostración exitosa acerca del uso de un propulsor iónico.