En el siglo XVIII se debatió bastante la idea, aunque, en opinión de Caro Baroja, más como propuestas novelescas que como una discusión científica.Entre los defensores de la teoría destaca Manuel Larramendi en su De la antigüedad y universalidad del Bascuence en España (1728) y entre los detractores el padre Flórez o el padre Traggia.Posteriormente, los trabajos sobre el vascoiberismo se fueron desarrollando en paralelo con los del desciframiento de la escritura íbera (que tuvo grandes avances en el siglo XIX) llegando en 1907 un trabajo fundamental de Hugo Schuchardt (Die iberische Deklination), gran conocedor de la lingüística vasca, que en reacción a un estudio de Philipon (quien proponía que las inscripciones paleohispánicas estaban en una lengua indoeuropea) intentó establecer un paralelismo entre diversas supuestas terminaciones que se encontraban en las inscripciones ibéricas y la declinación vasca.Sin embargo, la práctica totalidad de estos estudios se quedaron obsoletos cuando en los años 1920 Manuel Gómez-Moreno inició el desciframiento de la escritura íbera, mostrando que las lecturas previas tenían muchos errores.[3] Muchos autores trataron de interpretar los textos ibéricos a partir de raíces vascas a lo largo del siglo XX pero sin demasiado rigor y con manipulaciones poco rigurosas.Tovar en una larga serie de publicaciones (1949, 1951, 1954, 1959, 1961) probó que muchas de las semejanzas encontradas eran superficiales, que el ibérico y el euskera diferían notablemente en muchos aspectos y lo que es más importante el ibérico no podía entenderse directamente a partir del euskera.Este trabajo fue revisado y fue ampliamente rechazado a pesar del entusiasmo inicial que despertó.La mayoría de los lingüistas se han mostrado prudentes y Joaquín Gorrochategui por ejemplo, atribuye "un cierto aire de familia" a esta relación, lo que en filología se denomina sprachbund.Orduña no reclamaba en ese primer trabajo que la relación fuera una prueba de parentesco entre ibérico y vasco, sino consecuencia de un préstamo del ibérico al vasco.Por su parte, Ferrer considera que los parecidos detectados podrían ser debidos tanto al parentesco como al préstamo, aunque indica que el préstamo de todo el sistema de numerales es un hecho infrecuente.Joseba Lakarra (2010) ha rechazado ambas hipótesis:[13] préstamo o relación genética.Respecto de la equivalencia entre los posibles numerales ibéricos y los numerales vascos, está de acuerdo con Lakarra (2010) en que las formas documentadas en ibérico no encajan con las formas reconstruidas en protovasco.Los problemas de esta hipótesis han sido recogidos por Ferrer (2013) en un trabajo posterior.