La figura en piedra policromada fue realizada a mediados del siglo XIII por el llamado «Maestro de Naumburgo».
La individualización se conseguía enfatizando rasgos característicos, como gestos o movimientos que marquen la personalidad de la figura.
Sobre todo la figura singular y totalmente novedosa de Uta es famosa en la Historia del Arte por ser una de las creaciones más geniales del arte escultórico alemán.
La expresión concentrada y reflexiva del rostro transmite una intensa vida interior.
Aun siendo las manos expresivamente dinámicas, la figura da impresión de estabilidad.
Hacia fines del siglo XIX, la figura de la margravina Uta alcanzó una significación especial.
En general se obviaba la posición de Uta en el semicírculo de los fundadores (Gerburga, Conrado, Hermann, Reglindis, Dietmar, Sizzo, Guillermo, Timo, Ecardo, Gepa y Dietrich), y se la trataba como figura única.
En los hogares se hizo común tener representaciones a escala de Uta junto al Jinete de Bamberg, como iconos del ideal del hombre y la mujer alemanes.
En una entrevista concedida para el periódico Süddeutsche Zeitung[3] afirmó: «Si me preguntasen con qué mujer de la Historia del Arte iría a cenar, esa sería Uta de Naumburgo».