Con anterioridad y posterioridad otras personas habían viajado al espacio previo pago de esa plaza «libre» que quedaba en un lanzamiento ruso, por ejemplo el astronauta español Pedro Duque llevó a cabo su segundo viaje a la EEI bajo esta modalidad.
Durante su estancia fue muy fríamente recibido por los norteamericanos y siempre escoltado por los dos cosmonautas rusos; pero finalmente las tiranteces fueron aliviándose.
Al aterrizar confesó: «acabo de regresar del paraíso pese a estar agotado, sudoroso y tan débil que no pude salir de la cápsula Soyuz por mi propio pie como sí lo hicieron mis compañeros».
Pese a lo elevado del «pasaje» la permanencia en la lista de espera es larga, especialmente porque no siempre la plaza está disponible, aun así varios turistas han seguido al norteamericano en su viaje, todos ellos hasta el momento con la empresa Space Adventures.
Para su visita al espacio se aprovechó la operación semestral de reemplazar la cápsula permanente adosada a la Estación.
Esta firma desarrolla dispositivos electro-ópticos en frecuencias cercanas al infrarrojo; por estos motivos su viaje quizá fue el que contó con más contenido científico y, al igual que su antecesor, afirmó no sentirse cómodo con la expresión turista espacial.
Como el anterior turista, Ansari era cofundadora y consejera delegada de una empresa (en este caso Prodea Systems, Inc).
Pero a diferencia de Olsen, Ansari provenía del mundo de las telecomunicaciones y su familia era una gran conocida en el mundo del turismo espacial al hacer posible el Premio Ansari X (ver más adelante).
Aunque inicialmente su viaje estaba previsto para diez días se extendió uno más debido a «duendecillos».
Poco después comenzaba el descenso en espiral hasta lograr aterrizar en la pista de la que había despegado.
De esta forma obtenía el ansiado premio y comenzaba la carrera para los vuelos espaciales tripulados.
Pese a todo, estos vuelos tripulados por un piloto y dos pasajeros serán, según Peter H. Diamandis, los primeros embriones del auténtico turismo espacial por dos razones: Además del de la empresa de Mojave, otros 24 proyectos pujaban por conseguir el premio y también por llegar a comercializar su tecnología.
Para continuar promoviendo la investigación y desarrollo en los vuelos comerciales al espacio, Robert Bigelow anunció el lanzamiento del American Space Prize, también para vuelos comerciales con fines turísticos, pero éste con carácter orbital y por tanto dotado de una cantidad económica mucho mayor, 50 millones de dólares.
Durante casi quince años, muchas compañías y organizaciones están colaborando en proyectos para enviar civiles-turistas al espacio:[13][14] Los vuelos suborbitales o incluso orbitales son desde su nacimiento un viaje excesivamente corto para lo que pueden llegar a costar, por muy baratos que se quieran hacer.
[17] Por los descubrimientos realizados gracias a varias sondas espaciales estos son algunos de los espectáculos y actividades que puede permitir nuestro sistema planetario:[18]