Una vez entregado los trofeos el torero debe dar una vuelta al ruedo: los espectadores los más entusiastas le tiran ramos de flores, su sombrero, su fular, etc.
Si la prestación del torero ha sido poco apreciada, puede recibir una bronca: los espectadores descontentos gritan, silban.
[1] A veces la reacción es peor para el matador que la más fuerte de los broncas: el silencio.
Si el toro ha sido excepcionalmente bueno, el presidente podrá concederle a lucido también una vuelta al ruedo presentando un pañuelo azul.
Tal vez la recompensa suprema sea el ser autorizado a salir por la puerta grande.