Su objeto era precisar definitivamente los límites entre las áreas de influencia de ambos reinos en el norte de África, definidos quince años antes en el Tratado de Tordesillas (1494).
[1] Los monarcas estuvieron representados, respectivamente, por António de Noronha, escribano particular, corroborado por el doctor João Faria; y por Gómez de Santa Elena, corregidor de la ciudad de Jaén.
[2] El tratado estableció que, por un lado, Portugal desistiese de la conquista del peñón de Vélez de la Gomera y del resto de territorios que se extendían hacia el este, que corresponderían a Castilla por estar en la jurisdicción del Reino de Fez, dejando así Melilla, ya en manos castellanas desde 1497, y Cazaza, desde 1506, protegidas ante cualquier reclamación portuguesa.
Por otro lado, Castilla reconocía la soberanía portuguesa sobre los territorios norteafricanos comprendidos entre Vélez y el cabo Bojador (en la costa atlántica).
Adicionalmente, se acordó que quien incumpliera los términos del tratado debería pagar una multa de cien mil doblas de oro.