Translatio imperii

El Imperio, por lo tanto, pasó de estar ubicado en Francia a estarlo en Alemania.

Otón logró, además, la transmisión hereditaria del Imperio, que cada vez se concebía más como una monarquía alemana.

Otón III, nieto del anterior, intentó volver al sueño de un imperio con capitalidad en Roma, que desde ahí pudiese controlar los reinos periféricos.

Su sueño murió con él, y sus sucesores (Enrique II de Baviera, Conrado II y Enrique III el Negro) tuvieron que concentrarse en reafirmar su dominio en Alemania, donde los ducados habían aprovechado la ausencia del emperador para recuperar poder.

Durante la primera mitad del siglo XI se llegó a un momento en que tanto el Papado, fortalecido por la reforma gregoriana, como el Imperio, se vieron con fuerzas para imponer su visión respecto a la jefatura política de la cristiandad, y que desembocó en la llamada querella de las investiduras.

Es decir, creen que ellos son los herederos directos del Imperio, por eso los emperadores se hacen llamar augustos, y que el poder propio de Roma ha pasado a Alemania, de ahí esa translatio.

[7]​[8]​ Posteriormente, su sucesor Titu Cusi Yupanqui, ratificaría esta transferencia con la firma del tratado de Acombamba.

Autores como el Inca Garcilaso de la Vega harían mucha referencia a este translatio imperii en sus obras.

Una de las Efigies de los incas o reyes del Perú , en el que los Reyes de España son retratados como herederos de los derechos de los Emperadores Incaicos.