Tomás Romero de Castilla, tras obtener el título en Sevilla, pasó inmediatamente a Madrid, para realizar las oposiciones.Aprobada la oposición, como se dijo, accedió a la propiedad de la cátedra anteriormente desempañada como sustituto, que había quedado vacante por traslado de Muntadas a Córdoba.Tal fue su dedicación y valía personal que, en 1909, cuando llevaba 47 años consecutivos ilustrando filosóficamente a varios miles de alumnos, y contaba setenta y seis años de edad, aún halla energía para cursar el siguiente escrito, dirigido al director del Instituto: Incóase al correspondiente expediente, determinando el director, Saturnino Liso, se oficie al médico forense para que lo reconozca y expida el oportuno certificado, y se cita al Claustro para que emita el informe que proceda.Fernando Pinna y Casas, médico, certifica que Tomás Romero de Castilla, a pesar de su edad, conserva perfectamente sus facultades, y no tiene ningún defecto físico que le impida desempeñar la cátedra.Aguas manifestó que, a su entender, Romero de Castilla gozaba el pleno dominio de sus facultades intelectuales y físicas, y por lo tanto procedía que se diese un favorable informe, para que dicho Catedrático pudiera continuar ilustrando a la juventud con sus luminosas explicaciones.Se da curso, pues, al expediente, que sufrirá devolución por algunas dificultades emanadas de los cambios burocráticos, surgidos al aparecer un nuevo Decreto regulando tales situaciones.Por ello ruega al director que teniendo presente su deseo de proseguir en el desempeño de su cátedra, si fuese declarado apto para ello, se sirva ordenar lo conveniente para que el referido expediente sea completado en forma legal.