Timolao y compañeros mártires

El emperador Diocleciano había ordenado que todos en el Imperio debían realizar cultos y sacrificios a los dioses romanos.

Los que se negaban a hacerlo en Cesarea, según Eusebio, eran interrogados y torturados si era necesario para tratar de obligarlos a apostatar, y si nada los convencía de realizar los sacrificios, eran ejecutados.

[2]​ Enterado de esto, un joven, Timolao, del Ponto (en el mar Negro, en la actual Turquía), junto con otros cinco, "se dirigieron apresuradamente" al gobernador, tras atarse sus propias manos a la espalda, se declararon cristianos y exigieron también ser arrojados a las fieras.

[1]​ El "asombrado" gobernador, sin embargo, los hizo encarcelar durante dos días y luego los decapitó junto con otros dos.

A ellos se unieron otro hombre que ya estaba en prisión, habiendo sido torturado previamente, Agapio, y otro Dionisio, que le había suministrado alimentos mientras estaba en prisión.