[3] A las 19:55 horas, cuando la mayor parte de la población estaba comiendo, se oyó un ruido subterráneo y antes de que este terminara se produjo el primer remezón, que duró alrededor de cuatro minutos;[4] El movimiento comenzó leve y fue aumentando lentamente por espacio de unos 45 segundos; declinó durante otros 15; volvió a aumentar con enorme violencia, por 90 segundos más; nuevamente disminuyó durante 30 segundos y finalmente volvió a aumentar, aunque sin tanta fuerza como antes, por los 60 segundos finales.
[6] El barrio El Almendral (de la plaza Victoria hasta el cerro Barón) ardía en numerosos puntos y los muertos se contaban por miles.
[6] El terremoto provocó graves daños en la zona central desde Illapel a Talca y se sintió desde Tacna hasta Puerto Montt.
[10][11][nota 1] Desde el primer momento la Marina apoyó la labor de poner orden en una ciudad aterrorizada, sin techo ni comida.
A quienes perdieron sus casas, se les refugió en carpas levantadas en espacios abiertos (las plazas y la Gran Avenida, hoy Av.
Sin embargo, existe una controversia en torno a los excesos cometidos por estas medidas extrajudiciales, pues se presume que un número importante de los fusilados no habrían sido culpables de los delitos que tan sumariamente se les achacaron.
[13] La labor del doctor José Grossi fue fundamental para contrarrestar los efectos de las plagas y epidemias que siempre surgen tras un terremoto.
Se trasladaron en tren, a pie y a caballo, para recorrer los barrios de la ciudad, comprobar la magnitud de la catástrofe, y arbitrar los medios que permitieran superar la emergencia.
También se creó la Plaza O'Higgins, y la calle Colón, que no existían.
Para 1910 Valparaíso ya estaba en pie, y tenía completamente enrielado su proceso de reconstrucción, aunque muchas obras se prolongaron varios años.
Middleton se basó en estudios anteriores del Capitán de Marina Mercante Alfred J. Cooper, autor del libro Solectrics; a theory explaining the causes of tempests, seismic and volcanic disturbances and other natural phenomena: how to calculate their time and place (1917).
[20] La invención de la leyenda la realizó el periódico El Mercurio, y la continuaron una serie de periodistas, abogados, políticos, sociólogos, historiadores e historiadores navales, escritores, cantantes y aficionados varios.
Ese trabajo histórico y periodístico mediocre permitió que una leyenda absurda se pudiera mantener indefinidamente.