Teodoro de Neuhoff
Con su nuevo señor consiguió una desahogada situación económica, pero una vida de lujo y un desafortunado matrimonio con una mujer aún más pródiga que él le llevaron a la ruina y le obligaron a huir de España acosado por sus acreedores.En su deambular llegó a Génova, donde en esos momentos se estaba negociando la paz con los rebeldes corsos.Neuhoff asumió la defensa de sus nuevos amigos y escribió al Emperador denunciando la traición genovesa.Recorrió Florencia, Turín, Roma y París, sin encontrar respuesta; en la capital francesa incluso sufrió un atentado, no se sabe si cometido por agentes genoveses o por sus antiguos acreedores.Así, volvió a su reino dos años más tarde con cuatro barcos cargados de armas y municiones, pero cuando los holandeses comprobaron que los corsos no tenían nada, ni siquiera aceite, que ofrecer a cambio, se dieron media vuelta.Finalmente, en Londres sus acreedores volvieron a conseguir su encarcelamiento, y pasó varios años en prisión, recibiendo ocasionales visitas de nobles ingleses a los que movía la curiosidad y, en ocasiones, la simpatía hacia el desgraciado monarca.No recobró la libertad hasta 1755, tras ceder a sus acreedores sus derechos sobre la corona de Córcega,[3] por la que tantos desvelos había padecido.