Fue abandonado durante varios siglos, hasta que en 1813 el suizo J. L. Burckhardt lo visitó.
A su vuelta a Europa, explicó su descubrimiento al explorador italiano Giovanni Belzoni, el cual viajó al lugar, pero no pudo acceder al templo, por lo que volvió en 1817, esta vez encontrando la entrada y posteriormente llevándose todos los objetos que encontró y pudo transportar.
El Templo de Nefertari en Abu Simbel fue principalmente esculpido directamente en la roca arenisca del acantilado donde está situado.
Sin embargo, además de la roca arenisca, se emplearon otros materiales y técnicas en su construcción: La combinación de estos materiales y técnicas permitió a los antiguos egipcios crear un monumento duradero y artísticamente impresionante, que ha perdurado a lo largo de los siglos.
La dedicatoria que se encuentra en la entrada del templo, lleno de imágenes de Nefertari y de sus hijos, basta para comprobar lo que sentía el faraón por su reina: [...] Una obra perteneciente por toda la eternidad a la Gran Esposa Real Nefertari-Merienmut, por la que brilla el Sol.