Tõll era tan grande que podía prácticamente caminar hasta allí (la distancia entre ambas islas es de en torno a 5-6 km).
Tõll siempre se mostraba amable y presto a la ayuda, pero poseía un temperamento fuerte.
Le encantaba comer repollos, beber cerveza e ir a la sauna.
Tõll se levantó, y enfadándose juró no volver nunca más.
A veces se le ha relacionado con una familia local de nobles alemanes llamada Toll.