Fue escrito en 1621, aunque no vio la luz hasta 1627 en la edición de Sueños y discursos publicada en Barcelona.
El narrador, deprimido y comienza un viaje por el inframundo donde la Muerte le sirve de guía.
También es donde se pueden encontrar el mayor número de alusiones ideológicas quevedescas, sobre todo a los médicos, particularísima obsesión personal de Quevedo.
[4] Aquí la Muerte está rodeada de los elementos más negativos del carácter humano, como la Envidia y la Avaricia, en contraposición otra vez a los integrantes del tribunal de Dios.
Es un elemento moralizante, a pesar de su carácter sumamente profano.