Falacia
En lógica, una falacia (del latín fallacia ‘engaño’) es una tesis que parece válida, pero no lo es.En ocasiones las falacias pueden ser muy sutiles y persuasivas, por lo que se debe poner mucha atención para detectarlas.Todavía no hay acuerdo sobre la mejor definición de falacia y existen muchas propuestas que rivalizan entre sí.[1] Autores posteriores, como Ralph Johnson y Hans Hansen, cuestionaron esta conclusión y propusieron definiciones alternativas,[7][8] mientras que otros autores, como Douglas Walton, defendieron la aproximación de Hamblin.Por ejemplo, se pueden definir las falacias como argumentos deductivamente inválidos o con muy poco apoyo inductivo.enmienda esta definición agregando que los argumentos no falaces, además de tener validez deductiva o apoyo inductivo, deben tener premisas verdaderas y bien justificadas, y no caer en la petición de principio.[10] Así por ejemplo, si una regla de la discusión es no atacar al oponente a nivel personal, se sigue que todo argumento ad hominem es falaz.Por eso, las falacias lógicas son los mecanismos automáticos más comunes para poner en práctica los sesgos cognitivos.Muchas falacias involucran causalidad, que no es una parte de la lógica formal.Esto es un error, porque el consecuente B puede tener otras razones para ocurrir aparte de A.La petición de principio o presuponer la conclusión (del latín petitio principii, «suponer el punto inicial») es una falacia informal que se produce cuando la proposición que se pretende probar se incluye implícita o explícitamente entre las premisas del argumento, que asumen la verdad de la conclusión, en lugar de respaldarla.Las falacias formales son aquellas cuyo error reside en la forma o estructura de los argumentos.El Eutidemo discute una gran cantidad de falacias e intenta llegar a conclusiones sobre su validez o invalidez.Cuando un político le dice a otro «No tienes la autoridad moral para decir X», puede estar queriendo decir dos cosas: Es difícil, por ello, distinguir falacias lógicas, ya que dependen del contexto.Otro ejemplo, muy extendido es el recurso al argumentum ad verecundiam o falacia de la autoridad.Otra falacia muy usada en entornos políticos es el argumentum ad populum, también llamado sofisma populista.En caso de ser cierto tampoco se justifica el razonamiento porque la mayoría piense eso.Se suele oír con frases del tipo «todo el mundo sabe que…», o «…que es lo que la sociedad desea», así como «la mayoría de los españoles sabe que…».[30] La palabra sofista deriva de las palabras sophia y sophos, que significan «sabiduría» o «sabio» desde los tiempos de Homero, y se utilizó originalmente para describir la experiencia en un conocimiento o profesión particular.Enseñó a sus alumnos las habilidades y el conocimiento necesarios para una vida exitosa, especialmente en política, en lugar de filosofía.Otras, si aparecían solo era para enumerar la misma lista de falacias (consulte la sección Clasificaciones).Sin embargo, los sofismas, desde que Aristóteles nos ilustró con la lógica, se han considerado como objetos de esta ciencia.Así pues, los aristotélicos desde el siglo XII enumeran dos exigencias para definir que lugar ocupan los sofismas.Estas son: Cabe destacar que los sofismas no siempre se han considerado una parte de esta ciencia, surgieron bastantes eruditos que no estaban de acuerdo con Aristóteles y sus seguidores.En cambio, cuando se especifican las formas inválidas de razonar, no se produce siempre que, al cumplirse las condiciones implícitas en dicha forma por parte de un discurso del lenguaje natural, dicho discurso sea una argumentación invalida.Además, también será falaz la argumentación válida que se haya hecho siguiendo las reglas inválidas.Conforme a esta convención diremos que si todas las subproposiciones están encajonadas, entonces la consecuencia es lógica.Existe una alta gama de clasificaciones para los sofismas, pues aún no se ha llegado a un consenso.