Estas relaciones bidireccionales han sido estudiadas por sociólogos como Theodor Adorno, Alfred Schütz y Max Weber.
Por otro lado, la sociología de la música está íntimamente ligada a otras disciplinas tales como musicología y la etnomusicología.
Los primeros sociólogos en interesarse por la música como una parte importante de la sociedad fueron Georg Simmel,[1] Alfred Schütz y Max Weber.
[3] En las décadas posteriores la sociología americana produjo varios trabajos que contribuyeron a ampliar la perspectiva de las investigaciones.
Algunos de los trabajos que se destacaron, fueron los realizados por Howard S. Becker[4] y Richard Peterson.
Los sociomusicólogos contemporáneos incluyen a Tia DeNora, Georgina Born, David Hebert, Peter Martin, Timothy Dowd, William Roy y Joseph Schloss.
Sólo con la capacidad de comunicación que posee la música podemos entenderla como un hecho social.
En conclusión, es una teoría de carácter racional y progresiva, que formula un vínculo entre ambas disciplinas, vistas desde una estructura lingüística.
Dice que el músico se basa en la experiencia de su pueblo para "inspirarse" a escribir algo.
Entre los muchos “colores” que puede adoptar dicha “paleta” cabe mencionar dos, por lo que de nocivos tenían según Adorno: la tonalidad y la denominada forma sonata (Armendáriz, 2003), ambas predominantes entre las últimas décadas del siglo XVII y algo más de la mitad del siglo XIX.
Según Adorno, ambos patrones compositivos (tonalidad y forma sonata) se correspondían con las circunstancias de buena parte del siglo XIX, pero no con las del siglo XX, como así lo indica en Filosofía de la nueva música: “No se trata meramente de que esos sonidos hayan envejecido y sean intempestivos.
El estadio más progresista de los procedimientos técnicos delinea tareas frente a las cuales los sonidos tradicionales resultan ser clichés imponentes” (Adorno, 2003: 39).
De este modo, la música, desde su autonomía, debía constituirse en una fuerza transformadora o, por lo menos, reveladora.