Sinfonías para cuerdas (Mendelssohn)

El progreso del joven compositor puede seguirse a lo largo de esta colección.

Por otra parte, tienen un solo movimiento las n.º 13 y 10, está última presenta la estructura de Adagio – Allegro – Piu presto, que ayuda a crear contrastes más claros.

[22]​ Contienen música bastante visceral pero no muestran la variedad, profundidad y singularidad de expresión que sí tienen las seis últimas.

Las primeras sinfonías comparten un puñado de patrones musicales, como se observa en la estructura en tres movimientos.

Con esta sinfonía Mendelssohn y su maestro Zelter construyeron el molde a partir del cual se crearían las siguientes.

Superpone tersamente texturas fugadas neobarrocas en total contraste con la brisa clásica de las dos obras precedentes.

Recuerda de esta manera a la antigua sonata da chiesa barroca y su ordenación en cuatro movimientos: lento-rápido-lento-rápido.

Se sabe que esta obra fue escrita en los nueve días siguientes a la inmediatamente anterior.

Mendelssohn demostró estar a la altura, como casi siempre hizo a lo largo de su corta vida; al escribir una sinfonía completa digna de cualquier compositor adulto consumado en sólo nueve días, cuando aún tenía 12 años.

Quizá resulta menos satisfactorio como conjunto musical, pero la integración de los estilos barroco y clásico da otro paso adelante.

Mendelssohn o su maestro Zelter deciden introducir algo nuevo: un Minueto como movimiento central en lugar del Andante habitual.

Se abre con un brillante chasquido, como una goma elástica rítmica, y prosigue con rápidas líneas en spiccato.

La idea del "chasquido" reaparece muchas veces, la mayoría de ellas durante el desarrollo central.

Siguiendo la indicación de tempo es una carrera desenfrenada hasta el final, interrumpida ocasionalmente por alguna actividad fugada.

Aunque la pieza sigue siendo comparativamente breve, supone un auténtico avance hacia la composición de una verdadera sinfonía en toda regla.

A diferencia del minueto de la sinfonía anterior, sólo tiene un trío que está en si bemol mayor.

El buen humor y la alegría haydniana del Menuetto hacen que su efecto sea más intenso.

Después llega el enérgico Allegro que estalla en un magnífico y animado primer tema.

Rápidamente se convierte en algo que Haydn nunca podría haber escrito, con una gama armónica y rítmica mucho mayor.

Presenta una vez más un contrapunto brillante, un ingenio delicioso y unas líneas melódicas totalmente originales.

La apertura recuerda una vez más a Haydn, aunque el segundo tema es un híbrido que sugiere al primer Beethoven, teñido de Rossini.

Los maestros del Clasicismo tardío al crear música instrumental de concierto debían decidir si incluían un minueto o un scherzo.

El compositor de 14 años desafió audazmente la tradición incluyendo ambos y haciendo que la sinfonía tenga cinco movimientos.

Es un episodio tranquilo, las frases en arco y legato sugieren una serena felicidad que se disipa al instante en el siguiente movimiento.

Mozart podría ser el punto de partida, pero Mendelssohn logra llegar a un destino propio.

Esta obra final muestra la mayor habilidad y madurez, lo cual no implica que sus predecesoras fueran infantiles.

El inicio, marcado Grave, muestra una pompa händeliana y un aire de tragedia inminente.

Parece situarse en la misma línea divisoria entre el Romanticismo y el Clasicismo, a la manera de un último adiós cariñoso al estilo del que Mendelssohn había aprendido tanto, y que iba a desarrollar aún más.

Es otra fuga que recuerda el tema cromático descendente del movimiento inicial, sin citarlo explícitamente.

El Allegro molto es un intenso ejercicio fugado que empuja sin cesar hacia un pasaje culminante final en ardientes octavas tutti.

Mendelssohn en 1821.