I:44, también conocida como Fúnebre o en alemán Trauer, fue compuesta por Joseph Haydn en 1772, durante el periodo Sturm und Drang del compositor.
En cuanto a la participación del clavecín como bajo continuo en las sinfonías de Haydn existen diversas opiniones entre los estudiosos: James Webster se sitúa en contra;[6] Hartmut Haenchen a favor;[7] Jamie James en su artículo para The New York Times presenta diferentes posiciones por parte de Roy Goodman, Christopher Hogwood, H. C. Robbins Landon y James Webster.
No obstante, existen grabaciones con clavecín en el bajo continuo realizadas por: Trevor Pinnock (Sturm und Drang Symphonies, Archiv, 1989-1990); Nikolaus Harnoncourt (n.º 6–8, Das Alte Werk, 1990); Sigiswald Kuijken (incluidas las Sinfonías de París y Londres; Virgin, 1988-1995); Roy Goodman (Ej.
[3] Esta célebre sinfonía evidencia por qué las composiciones Sturm und Drang en modo menor de Haydn han sido tan apreciadas.
Se trata de una obra homotonal, dado que todos los movimientos están en la misma tónica.
El motivo inicial se eleva en octavas sencillas a través de una quinta y una cuarta, 1-5-8.
En el segundo grupo, el motivo aparece varias veces: al principio, en la línea de bajo; unos compases más tarde, ascendiendo dramáticamente a través de tres octavas; y aún más tarde, en una nueva orientación armónica.
El canon se manipula con ingenio; especialmente eficaz es el pasaje que en un minueto normal habría sido la repetición del tema principal: tras una pausa, la distancia temporal entre la melodía y el bajo aumenta de un compás a dos, acentuando el aire inquietante y turbador que la parquedad y el rigor han generado desde el principio.
El contraste del trío es abrumador, ya que los violines descienden desde las alturas en un radiante mi mayor y las trompas responden ascendiendo de nuevo.
[2] Haydn escribió un canon parecido para el minueto de su Sinfonía n.º 23 y cánones similares serían escritos más adelante en minuetos en sol mayor por Michael Haydn[10] y Mozart.
El movimiento lento, interpretado por las cuerdas con sordina, presenta un carácter solemne similar a los de Haendel.
Como en tantos movimientos lentos de sinfonías Sturm und Drang, Haydn se toma su tiempo.
Quizás en parte por esta razón inicia la recapitulación directamente con esa mágica entrada de oboe y trompa, aún más aguda que antes.
Una coda sustancial vuelve al tema principal, primero en fragmentos amenazantes, finalmente en una versión cadencial culminante en el bajo.
El poder que Haydn ha construido conduce inexorablemente a un final en clave menor de profunda desesperación.