[2] Su historia se relaciona con las persecuciones sufridas por las comunidades judías a raíz del llamado «libelo de sangre», por el cual se acusaba a los judíos del asesinato ritual de niños cristianos.
[3] En la época, Trento era un principado obispal dentro del Sacro Imperio; su gobernante era el príncipe-obispo Johannes Hinderbach.
El propio Samuel, acompañado por otros dos judíos, acudió al podestà para informar del descubrimiento; esa misma noche Giovanni de Salis y algunos de sus hombres recuperaron el cuerpo, y se ordenó a su sirviente Ulrich que lo llevara al hospital.
Tras el informe del descubrimiento del cuerpo, toda la comunidad judía (tanto hombres como mujeres) fue arrestada y obligada bajo tortura a confesar haber asesinado a Simón para usar su sangre a fin de preparar los panes sin levadura propios de la Pascua hebrea; una acusación muy difundida en Europa Central, conocida como «libelo de sangre».
Estos, al principio, mantuvieron su inocencia pero, tras ser torturados, acabaron aceptando la versión de los hechos que los jueces les propusieron; tanto en lo referido a los detalles del asesinato como en el odio contra Cristo como la causa.
Una mujer, llamada Bruna, resistió más que las demás el interrogatorio, pero murió bajo tortura, al tiempo que confesaba el asesinato y se declaraba arrepentida (por este motivo fue absuelta y sepultada en un cementerio cristiano).
[7][8] En 2007, un catedrático judío, el Dr. Ariel Toaff, escribió Pasque di sangue: ebrei d'Europa e omicidi rituali, donde afirmó que los judíos habían confesado algunos ritos secretos practicados por la comunidad askenazi ―como la cocción del matzo (pan ácimo de Pascua, sin levadura)― que los jueces cristianos no podrían haber conocido.
Sin embargo, esta afirmación es una falacia non sequitur (el hecho de que los judíos apresados mencionaran supuestos ritos secretos bajo tortura no es evidencia).
Se dictaminó que las confesiones de los judíos fueron inaceptables, porque habían sido obtenidas bajo tortura.