Los Silmarils (Silmarilli en quenya) son tres joyas ficticias que aparecen en las obras de J. R. R. Tolkien ambientadas en la Tierra Media.
Luego, Melkor fue a Formenos, donde Fëanor residía, y le habló del peligro que los Silmarils corrían en Aman.
Tras la muerte de los Árboles a manos de Melkor y Ungoliant, los Valar le pidieron a Fëanor que les cediera las joyas, pues sólo así se podría recuperar la luz perdida.
Pero Fëanor se negó, pues no deseaba que sus creaciones fueran rotas, ni siquiera por un fin superior.
En su huida cruzó el Helcaraxë y llegó al norte de la Tierra Media.
Pero al exigirle los Silmarils, Melkor se negó, reclamándolos suyos para siempre, aunque el dolor le quemaba constantemente la mano.
Luego, forjó una corona de hierro, cuyo peso lo abrumaría mortalmente, nombrándose rey del mundo, y en ella engarzó los Silmarils.
Tal como lo predijo Mandos, a la larga los Noldor nada pudieron hacer para recuperar los Silmarils, y sus reinos fueron aplastados uno por uno por Morgoth.
Beren, hombre mortal, y Lúthien, hija del rey Thingol, para poder consumar su amor ante la negativa de Thingol a que su hija se case con un mortal, emprenden la recuperación de un Silmaril; ya que este era el precio que Thingol le había puesto a Beren para la mano de su hija.
Allí, tras ser muerto por Huan, recuperan la Joya de sus entrañas, y el moribundo Beren se lo da a Thingol.
De este modo, Eärendil obtiene la joya, y, usándola en el collar sujeto a la frente, navega al Reino Bendecido (se dice que pudo llegar allí ayudado por el poder de la Joya sagrada) para interceder por hombres y elfos, para que los Valar los libren del abrumador poder de Morgoth.
En El Señor de los Anillos, Galadriel le regala a Frodo Bolsón en Lothlórien un frasco con la luz de Eärendil tal como la recogió reflejada en su fuente, para que lo use en lugares oscuros donde toda otra luz se ha ido.