[1] Estos elementos se distinguen de los litófilos por su baja afinidad por el oxígeno y su muy alta afinidad por el hierro, lo que provocó que migraran durante la formación de la Tierra hacia el centro del globo, donde se encuentra la mayor parte del hierro y de los siderófilos.
Por lo tanto, estos últimos tienen una abundancia natural relativa más baja en la corteza terrestre que en el sistema solar.
No obstante, los metales de transición como manganeso, molibdeno y wolframio forman enlaces fuertes con el oxígeno, pero se unen incluso más fácilmente al hierro que al oxígeno, ya unido a los litófilos (típicamente como silicatos y óxidos alcalinos); esta reactividad al oxígeno hace que los minerales de manganeso se encuentren en depósitos similares a los de los litófilos como el aluminio y el titanio.
Cuanto más un elemento tiene un carácter siderófilo pronunciado, más raro es en la corteza terrestre y se encuentra concentrado en el núcleo donde forma enlaces metálicos con los otros siderófilos.
Son por tanto metales preciosos en la superficie de la Tierra, como el oro y los metales del grupo del platino.