[1] La palabra «sibila» procede, mediante el latín, del griego σίβυλλα sibylla, ‘profetisa’.
Había muchas sibilas en el mundo antiguo, pero la sibila libia predijo la «llegada del día en el que todo lo que está oculto será revelado».
Eurípides menciona a la sibila libia en el prólogo de su obra Lamia.
Serapión dice en sus versos épicos que la sibila no dejó de profetizar tras su muerte, y que dejó en el aire palabras propias del oráculo, presagios y augurios, y que su cuerpo se fue transformando en tierra donde crecía la hierba, y que cualquier bestia que la comiese tenía la capacidad de mostrar a los hombres un preciso conocimiento del futuro cuando eran sacrificadas y se analizaban sus entrañas.
Plutarco cuenta la historia de que Alejandro Magno, tras fundar Alejandría, marchó al oasis de Siwa, y se dice que la sibila le confirmó como personaje divino y como el legítimo faraón de Egipto.