Severino (Roma, c. 410 - Nórico, 482) fue predicador y abad, considerado santo de la Iglesia católica caracterizado por su importante labor evangelizadora y civilizadora en la región del Danubio, durante la época de las invasiones bárbaras.
Severino llegó hasta la provincia romana del Nórico -entre las actuales Baviera y Hungría- cuando aquella región inhóspita se conmovía trágicamente contra las embestidas en aluvión de los pueblos bárbaros en las últimas resistencias imperiales.
Comagenis ya había caído en manos bárbaras, pero otros pueblos amenazaban con nuevo sitio y matanza.
Y señaló al monje predicador: "Este es el que quiso librarnos".
En Kuntzing, donde el Danubio hacía tremendos destrozos con sus riadas y su iglesia, edificada extramuros de la ciudad, sufría aún mayores daños, Severino ordenó que se hiciese la señal de la cruz sobre el pavimento del templo y habló así al río: No te deja mi Señor Jesucristo traspasar este signo.
El año 482 en la fiesta de Epifanía, anunció su muerte, aconsejó a cristianos y religiosos su fidelidad al Evangelio entre las invasiones y, después de recibir el viático, murió santamente cuando sus acompañantes leían la última frase del último salmo de Biblia, el 150: Todo ser que tiene vida, alabe al Señor.