Desde finales del siglo XX, la Segunda Enmienda ha estado sujeta a un renovado interés académico, político y judicial.
[1] A pesar de los numerosos casos judiciales, el debate sociopolítico continúa.
Los defensores del control de armas afirman que las ciudades estadounidenses serían más seguras si no hubiese tantas armas de fuego, aunque los defensores del derecho a portar armas argumentan que cuando los ciudadanos respetuosos con las leyes se arman, actúan "más rápido y mejor" que la policía estadounidense y, por tanto, las armas reducen las tasas de criminalidad.
Desde la década de 1990, el apoyo a la Segunda Enmienda ha incrementado progresivamente tanto entre votantes liberales como conservadores.
La copia original escrita a mano de la Carta de Derechos, aprobada por la Cámara y Senado, fue preparada por el escriba William Lambert y se encuentra en los Archivos Nacionales.
Los primeros colonos estadounidenses consideraban importante el derecho de poseer armas, el derecho de portar armas y las milicias estatales para:[6][7][8][9][10][11][12][13] Es discutible cuál de las funciones anteriores tenían por más importante y cuál les preocupaba más, y también hasta qué punto la Segunda Enmienda responde a tales inquietudes.
Como resultado, los colonos rebeldes, denominados patriotas establecieron legislaciones coloniales independientes para crear sus propias milicias que excluían a los Lealistas y facilitaban la creación de armerías independientes para estas milicias.