En poco tiempo la influencia hispánica se hizo sentir en todo el vasto territorio del Virreinato, especialmente, lo cultural y religioso.
Huanca es un hermoso paraje situado en las faldas de la montaña Pachatusan (El que sostiene el mundo), casi a las orillas del río Vilcanota cercano a San Salvador.
Durante la noche Diego pensaba en el duro castigo que recibiría, y optó por escapar, para esto debía cruzar los montes de Huanca, mientras tanto la luz del día amenazaba con delatarlo.
Diego aún temeroso por el castigo que recibiría si lo encontraban, oró todo el día el "Padre Nuestro" y el "Ave María".
De pronto, una luz lo deslumbraba, ante sus ojos una claridad desconocida iluminaba una escena sorprendente.
Diego había huido de una mina por eso guardó silencio para no delatar su presencia en el pueblo.
El Comendador de la orden religiosa aceptó la palabra Diego y decidió enviar un pintor a Huanca.
Así que se decidió mantener silencio pero la iglesia toleró el culto al Señor de Huanca y permitió que en algunas épocas del año se celebraran los santos misterios en la pequeña capilla.