Santo Cristo de Burgos (Catedral de Burgos)

[1]​ Es una escultura del siglo XIV y de autor anónimo, concretamente un crucifijo articulado que permite mover los brazos y piernas (en relación con las ceremonias que en la Edad Media se celebraban el Viernes Santo).

Bajo los pies tiene cinco huevos de avestruz traídos a Burgos desde África por un comerciante local.

Se trata de una imagen milagrera, muy venerada desde antiguo, ya que los mercaderes burgaleses fundaron capillas bajo su advocación en Brujas y Amberes, y los agustinos extendieron su devoción por toda España e Hispanoamérica: prácticamente no había catedral que no tuviera una capilla consagrada a él, y su culto se multiplicó con grabados y láminas, popularizándose su iconografía de largas melenas, cuerpo ensangrentado y, sobre todo, unos faldones que le cubren casi por entero las piernas.

[2]​ Numerosos viajeros, historiadores y escritores han descrito este Cristo y han reflejado la enorme devoción y emoción que suscitaba, entre otros Andrea Navagero, Santa Teresa de Jesús, Agustín Moreto, Enrique Flórez, Jean-Paul Sartre o Rafael Alberti.

Durante la Guerra de la Independencia fue trasladado a la catedral por seguridad y después volvió nuevamente al Monasterio de San Agustín; sin embargo, tras la Desamortización del año 1835 la imagen regresó a la catedral como emplazamiento definitivo.

Santo Cristo de Burgos de la Catedral de Burgos .