Él se ocultó en su casa natal haciéndose pasar por un humilde mendigo y cuanto más ignorado era por los demás, más se conocía a sí mismo”; como cierre de la escena el coro de esclavos vuelve a aparecer como al principio.
En la tercera, Marcio y Curcio, dos empleados de Eufemiano, se burlan del que creen un pobre peregrino.
Por ello en la quinta escena, se debate acerca de si debe decir la verdad o continuar escondido.
En el acto tercero, en la primera escena, el demonio regresa al infierno maldiciéndose por no haber sido capaz de triunfar en esta ocasión y reconoce no poder hacer frente al poder divino.
En la siguiente escena todos lloran su muerte y leen la nota que el pobre peregrino tenía en su mano.
Finalmente, en la última escena, la religión y la virtud consagran un antiguo templo al nuevo santo, mientras que un coro de ángeles expresa cantando y danzando la fortuna de Roma, pues el cielo tiene a Alessio entre sus elegidos.