Las noticias históricas sobre el santo del siglo IV son inexistentes: el único Severo real que fue obispo de Barcelona lo fue entre 620 y 633 o 636, y es conocido como Severo II de Barcelona.
Este obispo podría haber sido mártir durante las persecuciones arrianas, pero no hay constancia.
Enrique Flórez, Gregorio Mayans y Jaime Caresmar sostuvieron en el siglo XVIII la teoría de que el santo no había existido, y que la leyenda se había formado a partir de la asimilación de la figura del obispo barcelonés a la historia real de San Severo de Rávena, mártir del siglo IV.
347), del que supuestamente habría sido el inmediato antecesor.
El obispo, inducido por los fieles, huyó a Castrum Octavianum, donde después se levantó San Cugat del Vallés.