La obra fue pintada por el artista durante su estancia en los Países Bajos.
Como modelo usó a un anciano de noventa y tres años pero todavía vigoroso y con buena salud, lo que impresionó al artista, como cuenta.
De él se conserva un notable dibujo preparatorio (Viena, Albertina) sobre el cual se encuentra la anotación de la edad: en este los ojos están dirigidos hacia abajo, mientras en la pintura definitiva miran directamente al espectador.
Este lo llevó luego consigo a Portugal, donde quedó en la colección familiar de los Almada hasta 1880, cuando lo donaron al museo.
Frente a todas las demás variaciones sobre el tema de San Jerónimo en su estudio abordadas por Durero en dibujos y grabados, esta es la que tiene el encuadre más cercano al santo, en lugar de abrirse mostrando toda la sala.