Manifiesta desde su joven edad una piedad extraordinaria y una gran facilidad para la teología.
Al llegar a la diócesis se encuentra un escenario deprimente: el clero es malo y usurero, siendo comunes los sacerdotes que conviven en concubinato y los que comercian con bienes eclesiásticos (simonía).
La moral de los laicos está bajo mínimos por los continuos escándalos, y solo hay deudas por la mala administración del obispado.
Pero el papa le manda taxativamente volver a tomar las riendas de la diócesis.
Guigues aceptaba ceder los territorios en litigio mientras que San Hugo admitía la autoridad temporal del Conde en todos los alrededores de Grenoble.
Su labor diocesana acaba dando frutos, a pesar de no tener vocación episcopal.