Entonces le preguntó a un amigo cuál era la comunidad religiosa más exigente que existía en ese entonces.
Entonces se dirigió a un convento de esta Orden para pedir ser admitido.
Era un oficio duro, cansado y humillante, pero él lo hacía con una alegría que impresionaba gratamente a la gente.
Mi cuerpo es un borriquillo y si lo dejó descansar le puede hacer daño al alma".
Ya desde pequeño nunca se sentía ofendido cuando lo humillaban e insultaban.
Cuando alguien lo insultaba u ofendía muy fuertemente le decía: "Que Dios te haga un santo.
Eran tantas las veces que repetía la frase "Gracias a Dios", que las gentes sencillas al verlo decían: allá viene el hermanito "Gracias a Dios".
Al franciscano Felice Peretti, Padre Montalto, que iba a ser nombrado sumo pontífice le dijo: "Si un día lo nombran papa, esmérese por ser un verdadero santo, porque si no es así, sería mucho mejor que se quedara como sencillo fraile en un convento".
Montalto, futuro Sixto V, siempre recordaba el consejo del humilde hermano Félix.