Samánidas

Desde tiempos de Ismā‘īl I, los samaníes intentaron con diversos resultados controlar Gorgán y Tabaristán.

[3]​ Gracias a los emires samaníes, el islam suní ortodoxo se implantó firmemente en Transoxiana.

[3]​ Los samaníes, como otras de las dinastías que surgieron en el oriente del califato por la misma época, mantuvieron fundamentalmente la estructura gubernamental anterior —en algunos casos con nuevos títulos que más tarde heredaron las dinastías turcas—[5]​ y se sometieron a la teórica soberanía del califa abasí, cuyo nombre seguía apareciendo en las monedas y se mencionaba en el rezo de los viernes, si bien acompañado por el del gobernante local.

[2]​ Las regiones bajo control samaní se dividían entre aquellas administradas de forma directa, las entregadas a gobernadores autónomos (como era el caso de Jorasán) y las gobernadas por dinastías locales sometidas a los samaníes.

[9]​ Tras sufrir una nueva derrota en Samarcanda, se le trasladó prisionero a Bujará,[nota 3]​ donde Nasr recibió la confirmación como gobernador del califa.

[13]​ En sus últimos años, hubo de apoyarse en Sebük Tigin y su hijo Mahmud, que se convirtieron en los jefes militares del emir samaní.

[14]​ Un desaire de Mansur al jefe mameluco durante la campaña hizo que este se confabulase con el tutor del samaní para deponerlo y cegarlo.

[14]​ 'Abd al-Malik, el emir entronizado después del derrocamiento de su hermano mayor, murió en cautividad.

[22]​ Este idioma, surgido en la región de Jorasán, había desplazado al persa medio en el siglo VIII.

[24]​ Tanto Rudakí, el «padre» de la poesía persa, como Ferdousí desarrollaron su carrera en los dominios samaníes.

[25]​ Asimismo, la correspondencia oficial de la corte se redactaba en persa, que sustituyó al árabe.

[29]​ El arte también se vio favorecido por la mezcla de influencias persas y turcas.

[21]​ Otra importante innovación que tuvo lugar durante el periodo samaní y que se extendió más tarde durante el gaznaví, fue la creación de escuelas islámicas suníes (madrazas) como reacción a las que habían creado otras ramas del islam como los fatimíes —chiíes ismailitas— en Egipto o los búyidas —pertenecientes a otra rama chií— en Bagdad.

[5]​ Este comercio favoreció además la ampliación y embellecimiento de las ciudades del emirato.

[21]​ Uno de estos mamelucos, el general Alp Tigin —comandante de las fuerzas samaníes de Jorasán durante el reinado del emir Abd al-Malik I—, tras intrigar contra el nuevo emir Mansūr I —había preferido que a aquel le sucediese uno de sus hijos y no su hermano—,[11]​ se sublevó en Balj y, al no poderse mantener en Jorasán,[20]​ se retiró a la frontera sudeste del emirato,[16]​[11]​ conquistó y se estableció en Gazni —zona por entonces semiislamizada—[20]​ como gobernador semiindependiente (962) y comenzó una guerra santa contra los hindúes.

[16]​ A Alp Tigin le sucedieron su hijo y más tarde otros oficiales mamelucos en lo que se convirtió en el embrión del futuro Imperio gaznávida.

[32]​ En el 992, los qarajaníes cruzaron la frontera aprovechando la crisis interna del emirato y capturaron Bujará, de la que, sin embargo, se retiraron poco más tarde.

[32]​ En el 999, un nuevo ejército qarajaní volvió a tomar la ciudad, que se rindió sin resistencia.

[32]​ Los qarajaníes y los gaznavíes se repartieron el antiguo emirato samaní,[20]​ quedando los territorios al norte del Amu Daria para los primeros y los territorios del sur para los segundos,[33]​ a pesar de algunos choques fronterizos que se saldaron con la victoria de Mahmūd.

Persia hacia mediados del siglo X , con la extensión de las posesiones samaníes y sus territorios dependientes.