Rudolf Beckmann

[3]​ Si esto sucedía demasiado lentamente, simplemente les arrancaban la ropa del cuerpo a la fuerza.

Antes de eso, tenían que pasar por un mostrador, en el que se encontraba el SS-Oberscharführer Alfred Ittner, quien les quitaba todos los objetos de valor, como oro y otras joyas, la ropa desechada era trasportada a un cuartel cercano para su clasificación y distribución.

«Todo esto tenía que suceder a un ritmo rápido, para que posteriormente el siguiente grupo de judíos pudiera ser gaseado de la misma manera lo más rápido posible».

[5]​ Jaim Engel se ofreció voluntario para matarlo en su oficina, después de escuchar a los conspiradores discutir la situación.

[7]​ Una vez muerto, los dos prisioneros empujaron su cuerpo debajo del escritorio, sin tener tiempo de esconder mejor su cadáver.