La CNT se ve obligada a refugiarse en la clandestinidad.
[4] Su primera ejecución fue la de Antonio Farré y Ángeles Ballester.
Solana describe cómo Muñoz llegó a afirmar que antes de seguir en ese oficio prefería pedir limosna por las calles o morirse en un rincón de hambre.
Este zapatero y ex enfermero, hombre de carácter apacible, se metió a verdugo confiando no tener que cumplir nunca con su trabajo.
Era proverbial el miedo y la escasa entereza con que manejaba el garrote.