Sin embargo, cuando surgió la Querella de las Investiduras y Enrique fue excomulgado, Rodolfo se reunió con otros nobles para decidir qué hacer.
Rodolfo encontró difícil convencer a los sajones para luchar fuera de sus fronteras, quienes le veían como a un sureño y, por ello, desconfiaban de él.
También se vio frustrado por la aparente desgana del papa para reconocer su causa.
La batalla, que se libró el 14 de octubre, habría sido una gran victoria para los antirrealistas.
Se retiró a Merseburg, donde murió al día siguiente y allí fue enterrado.