Poseía adaptaciones para la vida marina, pero aún retenía muchas características de los mamíferos terrestres.
[1] La primera especie descubierta (Rhodocetus kasrani) todavía poseía rasgos anatómicos como una pelvis grande fundida a las vértebras, patas traseras y dientes diferenciados.
De otra especie descubierta recientemente (Rodhocetus balochistanensis),[2] se recuperaron los huesos del tobillo, cuyas características reforzaron el vínculo con los artiodáctilos, y lo alejó de los mesoniquios.
Posteriormente, sus descendientes tuvieron sus orificios nasales en una posición más alta en la cabeza, adaptándose progresivamente a la vida marina, se alejaron costas y se volvieron cada vez más hidrodinámicos.
El oído era muy similar al de una ballena, aunque el estilo natatorio era muy diferente.